Libertad de prensa vista por los súper magnates
La mezcla megaempresario-dueño de medios, esconde un serio riesgo al derecho de informar, ser informado y opinar.
William Randolph Hearst, el primer magnate periodístico de Estados Unidos, creó el amarillismo, sus manipulaciones e invenciones provocaron la guerra hispano-americana en 1898 y utilizó la prensa con fines políticos. Cercano a Theodore y Franklin Roosevelt, rompió con él. Otro fue el negociante de armas y líder religioso surcoreano Sung Muyng Moon, 1920-2012, dueño de la Iglesia de la Unificación, a quien Jesús se le apareció siendo niño (¡!!!). Fue a la cárcel por evasión de impuestos y al salir fundó en 1982 el Washington Times, de apoyo a los presidentes Bush, Reagan y Trump. Su breve filial en Guatemala buscó adeptos en la USAC y realizó bodas masivas hasta su expulsión en 1987. Su esposa e hijos dirigen el imperio. (Datos de Wikipedia).
La mezcla megaempresario-dueño de medios, esconde un serio riesgo al derecho de informar, ser informado y opinar.
Hoy, los multimegamillonarios son dueños de conglomerados de información y opinión. Elon Musk (X, ex Twitter), Jeff Bezos (The Washington Post) y Mark Zuckerberg (Meta: ex Facebook, Instagram, WhatsApp), tres de las cuatro mayores fortunas del mundo, representan un total de un millón de millones de dólares y sobresalieron en la toma de posesión de Trump. Musk desconfía de la prensa y sugiere eliminar el financiamiento público de los medios. Por su gesto cuasi-nazi fue identificado como tal, con un abrumador diluvio de caricaturas, sátira política por TV nocturna y hasta lo criticó el editorial de un diario alemán, por una acción de pocos segundos ante las cámaras. Durísima lección. Zuckenberg, ex “enemigo de Trump” eliminó la revisión de afirmaciones de políticos, lo cual no protege la libre expresión, como lo presenta, sino es nueva forma de censura y control periodístico.
Bezos tuvo también un tropezón. Ordenó eliminar una caricatura de su The Washigton Post —comprado hace poco— de él, Musk, Zuckenberg y Micky Mouse rendiendo pleitesía a una enorme estatua de Trump, parcialmente dibujada. La autora, Ann Telnaes, premiada con un Pulitzer, renunció y así terminó su carrera de 18 años. La publicó en las redes sociales, decisión causante de inmediato de un alud de caricaturas durísimas y condenas editoriales y debió reunirse con cerca 400 integrantes de su equipo periodístico. Irónicamente ocurrió en un diario otrora famoso por destapar el escándalo Watergate y causar la renuncia de Nixon. La credibilidad propia y del periódico, por ello dependiente del balance, también se afectó con su primer plano en la toma de posesión.
Perdió la oportunidad de demostrar su compromiso con la libertad de expresión y el derecho ciudadano de recibir noticias y críticas, incluso a propietarios. Otra ironía: Trump lo acusó antes de haber adquirido ese diario para evadir impuestos y ahora está deseoso de tener un poder mediático asegurado, sin riesgo de críticas. Bezos, pudiendo hacerlo, no quiso iniciar una columna propia o explicar sus razones, ejerciendo con eso su derecho de libertad de expresión. Zuckenberg antes había expulsado de Facebook a Trump “para no divulgar falsedades” y ahora sin duda eliminar la verificación de lo dicho por políticos, científicos, empresarios, etc., corre el riesgo de divulgarlas. A mi juicio, el error de ellos se debe a considerar únicamente empresas a los medios, no como son: instituciones sociales donde el público —lector, oyente o televidente— debe ser escuchado y tiene derecho ciudadano al ser una especie de socio o juez cuyo veredicto negativo significa dejar de leerlos. Los efectos se sienten de inmediato o con el tiempo. La libertad de expresión debe respetarse no sólo cuando refleja los criterios míos o de mi grupo, sino de otros sectores serios con pensamiento distinto. Los políticos jamás apoyarán esa libertad, al molestarlos y temerla porque destapa hechos malos, vergonzosos, corruptos. Al mezclarse los intereses empresario-dueño de medios, el choque es inevitable entre dos actividades útiles y necesarias para la sociedad, si están separadas.