A contraluz

La vergüenza debe cambiar de bando

La víctima tomó una decisión valiente de dar la cara y desenmascarar a los criminales que cometieron los abusos sexuales.

La justicia francesa comenzó esta semana a conocer un caso que ha conmocionado a la comunidad internacional: una mujer fue drogada por su esposo, Dominique Pélicot, para que más de 70 hombres la violaran durante una década, mientras él tomaba fotos y videos de las escenas sexuales. El hecho de que un marido permitiera, facilitara y promoviera por internet la violación de su compañera de hogar fue una acción aberrante que solo podía tener cabida en una mente desquiciada, que llevó hasta sus últimas consecuencias la cosificación de la mujer. Pero la víctima ha sopesado el impacto psicológico para darle vuelta a esta situación de horror. Gisele Pélicot solicitó que el juicio no sea privado, como ocurre en estos casos para proteger a la víctima, sino que las vistas sean públicas y la prensa tenga acceso ilimitado. El mensaje es muy claro: No es ella quien debe sentir la deshonra de la violación múltiple, sino sus victimarios.

No es la víctima quien debe sentir la deshonra de una violación múltiple, sino sus victimarios.

Esta historia terrible comenzó en julio del 2011 y se extendió hasta octubre del 2020. El marido administraba a su esposa somníferos y ansiolíticos, mezclados con la comida para que entrara en un estado casi de coma, que luego no le permitía recordar nada de lo ocurrido. Dominique contactaba a hombres desconocidos por medio de un chat para que violaran a su esposa en su propia casa, cinco veces por semana. Algunos la llegaron a violar hasta seis veces. Lo terrible del caso es que sus victimarios eran personas “normales”, padres de familia responsables, abuelos adorables, jóvenes universitarios. En la lista está un comerciante, un jubilado, un militar, un repartidor, un funcionario de prisión, un bombero, un periodista, un concejal que creían que era divertido violar a una mujer que supuestamente se hacía la dormida, sin llegar a cuestionarse que esa agresión sexual no era consensuada con la víctima. Debido al abuso a que fue sometida durante tantos años, Gisele contrajo cuatro enfermedades de transmisión sexual.

El caso detonó por casualidad. La policía sorprendió a un hombre en un centro comercial cuando grababa videos bajo las faldas de varias mujeres. Las autoridades confiscaron su celular y computadora, donde encontraron miles de fotos y videos en los que aparecía Gisele inconsciente, mientras era violada. Para ella fue un golpe demoledor porque Dominique era un marido ejemplar y amoroso, a quien jamás hubiera asociado con esa canallada. “Estoy en mi cama, inerte, dormida y ellos me están violando”, afirma la víctima. Agrega: “Esos hombres me mancillan y ni uno solo se dice que hay algo raro. Fui utilizada como una muñeca de trapo, me utilizaron como una bolsa de basura”. Como bien dice Gisele, eso fue una barbarie cometida por quienes creen que una mujer solo sirve para satisfacer sus deseos sexuales. La Policía también investiga a Dominique por el asesinato de una mujer en 1991 y una tentativa de violación en 1999.

Pero la víctima se ha sobrepuesto. Junto con sus hijos decidió que no es momento de refugiarse en la oscuridad de una habitación para que nadie vea su rostro y cuerpo mancillados. Ella no es quien debe sentir culpa y vergüenza. Fue víctima de un hecho atroz dirigido por quien consideró durante 50 años su compañero de vida y por decenas de hombres que la sociedad considera respetables. Este hecho evidencia cómo las relaciones de poder patriarcal y de dominio llevan a casos extremos de violencia contra una mujer indefensa. Ella no fue percibida como un ser humano, sino como un objeto que podía usarse, sin importar que le infringieran dolor y sufrimiento. Por eso Gisele tomó una decisión valiente para dar la cara como víctima y desenmascarar a los criminales que cometieron ese horror, para que se conozcan sus nombres y rostros. Para que nunca más vuelva a ocurrir un hecho horrendo como ese.

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.