LA BUENA NOTICIA
La verdad se prueba en la praxis
Estamos por iniciar el mes de octubre. Un mes destinado a crecer en la conciencia misionera de la Iglesia y de cada discípulo de Jesús. Además, estamos a las puertas del inicio de la fase universal del Sínodo de la sinodalidad y de la clausura del Tiempo de la Creación con la publicación de la “segunda parte” de Laudato Sí, titulada Laudate Deum. En Guatemala es el mes de la Virgen del Rosario y el recuerdo de “la primavera democrática” de 1944.
En ese contexto, las comunidades eclesiales se disponen a escuchar otra parábola (Mateo 21, 28-32). La historia contada por Jesús es una crítica severa a las autoridades de su pueblo. Se trata de un padre de familia que pide a dos de sus hijos ir a trabajar a su terreno donde tiene un viñedo. El primero reacciona con una disponibilidad admirable: “Ya voy, señor, pero no fue”. Todo se quedó en palabras. El segundo responde pesadamente: “No quiero ir”, pero no se olvida de la llamada del padre, la lleva clavada en el corazón y termina trabajando en la viña.
Cuando Jesús cuenta esta historia ya está amenazado de muerte. Aquellos dirigentes buscan eliminarlo. Les resulta incómodo para sus intereses de poder, de privilegios y de ambición. Será condenado por el régimen representado en los “sacerdotes y ancianos del pueblo”. Ante esta situación de alto riesgo, Jesús no calla ni huye, sino habla en nombre de Dios como los auténticos profetas.
Aquellas autoridades, como todas las que se mueven en la dinámica de la corrupción y la impunidad, con el fin de justificar sus actos se presentan como los elegidos y cumplidores de la voluntad de Dios, lo invocan a cada rato, pero en realidad su práctica de vida y su gestión de gobierno responde a todo lo contrario de lo que Dios quiere y la población anhela; es decir, aplastan a los pobres, secuestran los sistemas de justicia, imponen estrategias económicas de privilegios para las élites, discriminan a los pobres, enfermos y ancianos, y solo buscan prestigio y poder ante los demás.
En la línea profética de la denuncia de Jesús, esta parábola desenmascara el ejercicio de la autoridad, que no busca ayudar a las personas a crecer, ni a los pueblos a desarrollarse integralmente, sino asegurarse a sí misma en posiciones de poder y de privilegio.
' Los más pobres sufren el impacto de vivir en una sociedad absurdamente desigual.
Víctor Manuel Ruano
Durante los procesos electorales, visitando pueblos, la mayoría de los políticos prometen desarrollo, combatir la inseguridad, realizar obra física y darle al pueblo vida digna y libertad; pero las teorías y los discursos no sirven. La verdad se prueba en la práctica.
De modo similar puede ocurrir con los cristianos. Por supuesto, el fallo es nefasto cuando la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace se da en los cristianos constituidos en autoridad dentro de la Iglesia. Pero la enfermedad se da con frecuencia en todos los bautizados.
Pertenece al Reino de Dios, no el que dice “Señor, Señor” y se conforma con darse golpes de pecho, sino el que, alcanzado por el espíritu de Jesucristo, trata de realizar en este mundo la voluntad del Padre: que todos tengan vida y se relacionen como hermanos.
El reclamo de esa voluntad divina es lo que emerge con fuerza del asentamiento “Dios es fiel”, cuando los más pobres sufren el impacto de vivir en una sociedad absurdamente desigual, golpeada por la pobreza extrema, por la falta de acceso a vivienda digna, por la carencia de políticas robustas de prevención y de una repugnante ausencia del Estado
Que abunden la solidaridad portadora de alivio y esperanza, y nuestras plegarias por las víctimas, para que por la misericordia de Dios descansen en paz.