A contraluz

La tragedia de Haití

Los fondos para salud, educación y vivienda en Haití fueron a parar a Wall Street sediento de fondos por la depresión.

Haití es un Estado fallido, en la debacle. Pareciera como que los jinetes del apocalipsis se pasearan por sus campos y ciudades para lanzar la violencia, el hambre, la peste y la muerte. Hoy es un país sin ley, sin gobierno, corrompido y en el que mandan las pandillas criminales que han hecho huir a miles de personas que temen por su vida y no tienen qué comer. Un país en la ruina. ¿Por qué tantas desgracias se ciernen sobre ese pedazo de tierra de la isla La Española, que comparte con la República Dominicana? ¿Son los haitianos los responsables o hay otros? Un repaso por su traumática historia evidencia que el saqueo que llevaron a cabo Francia y EE. UU. estaría entre las principales causas.

El saqueo que llevaron a cabo Francia y EE. UU. estarían entre las principales causas de la miseria de Haití.

Entre 1791 y 1804, los esclavos de la colonia de Saint-Domingue libraron una cruenta lucha por su independencia contra sus despiadados amos y el ejército francés. Después de esa gesta pasó a denominarse Haití, la primera república negra del mundo y la segunda nación americana en lograr su emancipación, después de EE. UU., y sirvió de inspiración a los movimientos independentistas del resto del continente. El país quedó devastado por la guerra y los conflictos políticos, pero aún no había tocado fondo. En 1825, un buque militar francés llegó a sus costas para exigir una reparación de 150 millones de francos como compensación por la pérdida de esa colonia. Los haitianos que temían ser de nuevo invadidos aceptaron algo que no tenían. Francia presionó para que gestionaran un préstamo de la banca parisina para hacer frente a la deuda. La joven nación se vio endeudada durante más de seis décadas. El diario The New York Times considera que los pagos a Francia le costaron a Haití unos 115 mil millones de dólares en crecimiento económico perdido a lo largo del tiempo, cifra que representaría ocho veces el tamaño actual de la economía haitiana.

Cuando por fin saldaron la deuda, los haitianos de nuevo estaban atados. Crearon el Banco Nacional de Haití, el cual en realidad era una filial del francés Crédit Industriel et Commercial y que desvió millonarios fondos haitianos hacia París, en lugar de invertirlos en el desarrollo del país. Pero la desgracia aún no había llegado en su máxima expresión. En el 2015, EE. UU. invadió el país con el pretexto de que la ocupación militar iba a sacarlo de la miseria. La operación neocolonial, que duró hasta 1934, determinó que los intereses estadounidenses iban a privar sobre los haitianos en las siguientes décadas, principalmente para alimentar a Wall Street amenazada por la depresión y sediento de fondos. Durante años, una cuarta parte de los ingresos haitianos se destinó al pago de créditos controlados por el National City Bank, que luego se convertiría en el Citigroup. La educación, la salud, la vivienda y otros satisfactores sociales nunca llegaron para la población haitiana. Durante el intervencionismo, EE. UU. disolvió el parlamento a la fuerza, impulsó una política represiva que significó la muerte de miles de haitianos opuestos al control norteamericano y los ingresos económicos de Haití sirvieron para alimentar las arcas de Wall Street. O sea, la ocupación no cumplió con el objetivo de mejorar la vida en Haití, solo sirvió para saquear su riqueza con el fin de aliviar la alicaída economía norteamericana. Más aún, las grandes expropiaciones de tierra que los estadounidenses realizaron en Haití provocaron un éxodo masivo de migrantes a todos los países de la región, incluyendo, EE. UU. Un reportaje de The New York Times, publicado en el 2022, concluye que “los documentos y registros financieros que recabó este diario en Haití, Estados Unidos y Francia muestran a qué grado la miseria de Haití ha sido ocasionada desde afuera y cuán a menudo la intervención ha sido presentada como una mano amiga”.

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.