fundamentos
La regla de las dos reglas
En el caso de lo sucedido en el Congreso no solo es el cómo y el qué, sino también es el quién.
En la carrera de Derecho se suele contar una historia, probablemente no fundamentada, que hace referencia a la aplicación de las normas. Se afirma que el presidente Estrada Cabrera solía decir que para sus amigos era la justicia, y para sus enemigos la ley. Es decir, aunque la ley pueda ser muy clara y universal en su lenguaje, su aplicación depende de a quién se le dirija. Dura la ley para quienes están reñidos con el poder; flexible su aplicación para quienes están dentro del círculo de confianza de este. Dos maneras diferentes de abordar dos situaciones similares. Algo como tener un doble estándar.
Varios casos recientes han sido citados como ejemplo de una aplicación “blanda” y selectiva de criterios.
Varios casos recientes han sido citados como ejemplo de esa aplicación blanda de criterios. En Estados Unidos ha causado gran conmoción el hecho de que el presidente Biden ha decidido conceder perdón judicial a su hijo Hunter, por varios casos del ámbito penal. Sin perjuicio de que esta figura legal del perdón sea polémica en sí misma —ya que es residuo de una especie de cesarismo de pulgar para arriba o para abajo de un gobernante—, la decisión ha sido muy disputada por dos razones. Primero, porque el candidato republicano Donald Trump había afirmado en campaña ser objeto de persecución judicial, algo que Biden sostuvo que era un intento de su rival por evadir la acción de la justicia. Hoy el presidente tiene que recurrir precisamente al mismo argumento para justificar su polémica decisión. Por otro lado, y aunque hay casos históricos de perdón judicial que han sido muy debatidos —el caso del perdón que el presidente Ford otorgó a su antecesor Richard Nixon con el objeto de cerrar las heridas políticas del caso Watergate—, en esta oportunidad se trata de un asunto relacionado con un familiar, su propio hijo, lo que le da un giro muy diferente a la historia. Se ha señalado un evidente conflicto de interés, ya que favorece con una decisión pública a alguien de su entorno más cercano, algo que la propia administración del presidente Biden, por medio de su política exterior, criticó y persiguió en países como los nuestros.
Un segundo caso que viene a la mente es el relacionado con un senador de la Florida, que fuera muy activo y vocal en temas como la transparencia y la lucha contra la corrupción, particularmente en nuestros países. Las denuncias en su contra, de haber recibido, como legislador, dádivas y aportes de parte de cabilderos internacionales para favorecer la posición de estos en el Senado estadounidense lanzó una sombra muy oscura sobre la idoneidad de este político. Tales acusaciones y su condena terminaron castigándolo y poniéndole fin a su larga carrera política. Otro caso donde el decir y el actuar iban por distinto camino.
En el ámbito local, un caso similar hemos vivido muy recientemente. Hace algunos años, en nocturnidad, con acuerdos opacos y con intercambio de intereses particulares se decidió la modificación de normas penales y el cambio de los marcos legales de instituciones públicas para favorecer a personas y partidos, poniéndose incentivos poco claros de por medio para lograr aquel combo. Quienes en su momento denunciaron aquello, hoy se ven señalados precisamente de hacer lo mismo, para lograr un resultado que es exactamente lo mismo. Ahora no solo es el cómo y el qué, sino también es el quién.
Estos ejemplos de dos reglas con escalas diferentes, o de comportamientos éticos de geometría variable, deben ser puestos en el centro de la reflexión política. La coherencia en la política es un recurso muy valioso, pero también en ocasiones muy escaso.