Catalejo

La pésima idea de llamar a obcecados extremistas

La obcecación de los extremistas asegura el fracaso de la tarea otorgada por un gobierno necesitado de serenidad.

Una idea básica, simple y fácil de comprender para tener éxito en todo gobierno para lograr acuerdos es su integración con personas de pensamiento diverso y/o contradictorio, con tres condiciones: no ser extremistas, obcecados ni haberse convertido en activistas, las cuales permiten la discusión, es decir, la confrontación de ideas distintas a las de otras personas con respeto a la persona de pensamiento diferente. El lenguaje es particularmente importante: sin insultos, descalificaciones, falacias de argumento contra el hombre en vez de contra idea y el criterio. Quien insulta demuestra falta de argumentos e incapacidad y quien grita, también debilidad y a veces es una comprobación de inferioridad y de temor a no vencer y por ello sentirse heridos y hechos a un lado.

La obcecación de los extremistas asegura el fracaso de la tarea otorgada por un gobierno necesitado de serenidad.

Hace pocos días el gobierno cometió un error de doble efecto, al nombrar a un extremista de izquierda en el tema de las tierras. Bernardo Caal ha tenido toda una historia de acciones violentas e ilegales de fincas y su posicionamiento ideológico impide llegar a cualquier acuerdo. No habrían podido escoger a alguien peor para tratar de resolver siquiera un conflicto de este tipo, en general quedado sin solución y/o han significado cárcel y juicios desafortunadamente amañados en su contra en los casos de invasiones, en sí mismas violentas. Esto no arregla nada y los conflictos de vuelven exponenciales porque los extremistas de derecha, contrarios pero igual de perversos porque también corrompen, reducen o eliminan el funcionamiento del orden social al burlar la ley.

Otro personaje nefasto por varios años es Joviel Acevedo, quien ha convertido al sindicalismo magisterial en un feudo donde él es rey y sus cercanos, peones. Los efectos en el presente y en futuro de una población infantil hoy, pero mañana adulta, mal educada por demasiados maestros dispuestos a ejercer de la peor manera posible su tarea. Hay varios culpables: este mal cabecilla, los maestros dispuestos a perder el tiempo, los gobiernos al autorizar, por ejemplo, promociones automáticas de los grados de la primaria, como si leer o entender lo mínimo de matemáticas se lograra porque lo dice un diploma. Sería un crimen de lesa patria si un gobierno lo nombrara ministro de educación para de esa forma librarse de amenazas y chantajes de todo tipo.

Es un claro caso de una confrontación de suma cero, porque pierden esas dos partes, se complica todo y el gobierno queda muy mal. Es importante conocer la actitud personal de quienes defienden ideas políticas, económicas o de cualquier otra clase, así como tener ideas propias y defender posiciones políticas, ideológicas, económicas, religiosas. Pero quienes lo hacen de manera ciega, sin aceptar la posibilidad siquiera de haber algo de razón entre quienes piensan y actúan diferente, se convierten por ese extremismo en afianzadores de la división, debido a considerar mortal a quien se encuentra en un lado distinto del pensamiento. Encontrar puntos de entendimiento no es cobardía ni equivalen a una derrota sino son precisamente el paso inicial necesario.

Algunas veces los efectos de estas decisiones y actitudes irreflexivas se notan de inmediato o en poco tiempo, pero en otras ocasiones llevan años y se desarrollan hasta ser imposible dar marcha atrás. Un amigo decía: “hay que matar a la lagartija antes que se vuelva iguana o cocodrilo, porque este lo mata a uno”. La frase metafórica encaja en los actuales problemas nacionales, como el tránsito vehicular, la integración del Congreso, los riesgos de quedar Guatemala, literalmente, aislada del mundo por la mezcla de corrupción, incapacidad y mala fe de quienes dirigen. El riesgo de no neutralizar al extremismo politiquero, político e ideológico, aumentará la ya escalofriante cantidad de los mencionados y peligrosos saurios adaptados perfectamente a nuestro clima.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.