Punto de encuentro
La “otra” injerencia
Parece que a la Fiscal General y a su círculo cercano las sanciones internacionales no les vienen tan “del norte”.
Hace poco más de un año que la retórica de María Consuelo Porras Argueta, Ángel Arnoldo Pineda Ávila, José Rafael Curruchiche Cucul y sus adláteres ha sido la de rechazar la “intromisión” extranjera que pretende, según ellos, que el Ministerio Público (MP) no realice su trabajo de forma independiente.
En realidad, el cierre de filas de la comunidad internacional fue provocado por el intento de la Fiscalía de anular el resultado de las elecciones 2023 para impedir que el binomio electo del partido Movimiento Semilla tomara posesión, además del uso continuado del Derecho Penal para perseguir —con casos fabricados— a jueces, juezas y fiscales anticorrupción, periodistas y defensores de derechos humanos, acciones en las que persisten.
Cada vez que un gobierno de alguno de los países con los que Guatemala mantiene relaciones diplomáticas califica a la cúpula del MP —y a sus jueces aliados— como actores corruptos y antidemocráticos, la Fiscalía General responde blandiendo la desgastada bandera de la soberanía nacional.
No solo eso. Con expresiones poco felices tratándose de un funcionario público —aunque confunda su rol con el de un ‘netcenter’—, el jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (Feci) ha reiterado que le tiene sin cuidado que le nieguen el ingreso a sus territorios y que no le importa, no le importa y no le importa estar en ningún listado porque “solamente está haciendo su trabajo”.
Pero parece que ni a él ni a la Fiscal General ni al Secretario General del MP les viene tan “del norte” (nunca mejor dicho), ni les parecen una bicoca las sanciones internacionales, aunque manifiesten lo contrario. En realidad fue más que obvio el disgusto de Curruchiche cuando, tras finalizar el juicio en contra de Jose Rubén Zamora, espetó que debía ser el periodista y no él quien estuviera en el listado de los sin-visa.
El MP le apuesta a que de darse un cambio en la Casa Blanca pueda seguir con su plan golpista.
Quedó clarísima también esa molestia cuando en la conferencia de prensa del pasado 7 mayo, unos minutos después de afirmar que ella “no recibe órdenes en inglés”, Porras Argueta proyectó una carta (en inglés) de un grupo de 11 congresistas del Partido Republicano dirigida al secretario de Estado, Antony Blinken, haciendo referencia a las sanciones de Estados Unidos en contra de diputados guatemaltecos “conservadores” que no apoyan la agenda legislativa (supuestamente ‘globalista’) promovida por el gobierno de Arévalo.
Pero la guinda en el pastel fue el reciente viaje del secretario de Relaciones Internacionales del MP, Eduardo Mejía Calito, a los EE. UU. donde renegó de la injerencia extranjera pero pidió “otra” injerencia extranjera. El enviado de la Fiscal General fue de bochorno en bochorno. No extraña, es exactamente lo mismo que hizo Jimmy Morales junto a su ministro de Gobernación, Enrique Degenhart Asturias, y a la entonces canciller, Sandra Jovel, cuando con tal de sacar a la Cicig de Guatemala ofrecieron a nuestro país como un gran campo de concentración para migrantes.
La jugada de Porras Argueta y sus aliados del Pacto va de nuevo en la misma dirección y apunta a que, de darse un cambio en la Casa Blanca, la injerencia extranjera “cambie” de dirección y les permita seguir con el plan golpista sin que haya mayores consecuencias. Eso explica también el “caso” por el que allanaron a la organización Save The Children y la retórica falsa e interesada de la defensa de la agenda “pro-vida” y antidiversidad sexual, cuando de todos es sabida la relación de pareja entre el expresidente Alejandro Giammattei y Miguel Martínez, prominentes miembros del Pacto. De nuevo el doble rasero.
Si el MP ya está mostrando tan abiertamente las cartas y la estrategia ya la empezó a ejecutar ¿qué jugada tiene lista el presidente Arévalo y su gobierno frente al peligro de que eso se concrete?