PLUMA INVITADA

La ofensiva energética de Putin fracasó

Vladimir Putin invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022. Desde entonces, Rusia ha emprendido cuatro grandes ofensivas. Tres fueron militares; la cuarta fue económica. Y aunque no escuchas mucho sobre esa última ofensiva, su fracaso ofrece algunas lecciones muy importantes.

' Una transición gradual y planificada hacia la energía verde sería mucho más fácil de lo que imaginan los pesimistas.

Paul Krugman

Todo el mundo conoce la primera ofensiva militar: el intento de guerra relámpago que en teoría conquistaría Kiev y otras ciudades importantes de Ucrania en cuestión de días. Muchos observadores, especialmente los de derecha occidentales, aunque no fueron los únicos, convirtieron la destreza percibida de las fuerzas armadas rusas no concienciadas en un fetiche y esperaban que esta guerra relámpago tuviera éxito. En cambio, se convirtió en una derrota épica: paralizados por una testaruda defensa ucraniana, los rusos al final se retiraron después de sufrir grandes pérdidas.

La segunda ofensiva tuvo un alcance más reducido: un ataque de primavera en el este de Ucrania. Una vez más, muchos observadores esperaban una victoria rusa decisiva, tal vez un cerco sobre gran parte del Ejército de Ucrania. Y los rusos lograron algunos avances gracias a la abrumadora superioridad de la artillería. Pero esta ofensiva se estancó una vez que Ucrania adquirió las armas de precisión occidentales, especialmente los ahora famosos HIMARS, que causaron estragos en las áreas de retaguardia rusas. Y Ucrania finalmente pudo lanzar contraataques que recuperaron un terreno significativo, en particular la ciudad de Jersón.

La tercera ofensiva rusa, un ataque invernal en la región del Donbás, todavía está en desarrollo y es posible que Ucrania opte por retirarse de la asediada ciudad de Bajmut, un lugar de poca importancia estratégica que, sin embargo, se ha convertido en escenario de combates increíblemente sangrientos. Pero la mayoría de los observadores que leo ven la iniciativa en su conjunto como otro fracaso estratégico más.

Sin embargo, en cierto modo, la derrota más importante de Rusia no se produjo en el campo de batalla sino en el frente económico. Dije que Rusia ha lanzado cuatro grandes ofensivas; la cuarta fue el intento de chantajear a las democracias europeas para que dejaran de apoyar a Ucrania cortando sus suministros de gas natural.

Había razones para estar preocupados por este intento de convertir los suministros de energía en un arma. Si bien la invasión rusa de Ucrania inicialmente interrumpió los mercados de varios productos básicos (Rusia es un importante productor de petróleo, y tanto Rusia como Ucrania eran importantes exportadores agrícolas antes de la guerra), el gas natural parecía ser un punto de presión especialmente serio. ¿Por qué? Porque en realidad no se comercializa en un mercado global. El modo más económico de enviar gas es a través de gasoductos y no estaba claro cómo Europa remplazaría el gas ruso una vez que el suministro se detuviera.

Muchas personas, incluso yo, se preocuparon por los efectos de un embargo de facto de gas ruso. ¿Causaría una recesión europea? ¿Los tiempos difíciles en Europa socavarían la voluntad de seguir ayudando a Ucrania?

Bueno, la gran historia, una historia que no ha recibido mucha atención en los medios de comunicación, porque es difícil informar sobre cosas que no sucedieron, es que Europa ha superado la pérdida de suministros rusos notablemente bien. El desempleo en la zona euro no ha aumentado en absoluto; la inflación aumentó, pero los gobiernos europeos han logrado, a través de una combinación de controles de precios y apoyos financieros, limitar (pero no eliminar) la cantidad de dificultades personales creadas por los altos precios del gas.

Y Europa ha logrado seguir funcionando a pesar del corte de la mayor parte del gas ruso. En parte, esto refleja un viraje hacia otras fuentes de gas, incluido el gas natural licuado enviado desde Estados Unidos; por otro lado, refleja las iniciativas de conservación que han reducido la demanda. También es señal de un regreso temporal a la generación de electricidad a base de carbón, y sobre todo refleja el hecho de que Europa ya obtiene una gran parte de su energía de energías renovables.

Y sí, fue un invierno inusualmente cálido, lo que también ayudó. Pero la conclusión, como dice un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, es que “Moscú fracasó en su empeño por chantajear a los Estados miembros de la UE mediante la retención del gas”. De hecho, Europa ha intensificado su ayuda militar a Ucrania, en particular con el envío de tanques esenciales que pueden ayudar en la contraofensiva ucraniana que se avecina.

Entonces, ¿qué podemos aprender del fracaso de la ofensiva energética de Rusia?

Primero, Rusia se parece más que nunca a una superpotencia Potemkin, con mucha menos fuerza real de la que se ve a simple vista por su impresionante fachada. Su muy alardeado Ejército es mucho menos efectivo de lo que se dice; ahora, está resultando mucho más difícil convertir su papel como proveedor de energía en un arma, más de lo que muchos imaginaban.

En segundo lugar, las democracias están demostrando, como lo hicieron varias veces en el pasado, que son mucho más duras, mucho más difíciles de intimidar de lo que parecen.

Finalmente, las economías modernas son mucho más flexibles, mucho más capaces de hacer frente al cambio, de lo que algunos intereses creados nos harían creer.

Desde que tengo uso de memoria, los cabilderos de los combustibles fósiles y sus partidarios políticos han insistido en que cualquier intento de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero sería desastroso para los empleos y el crecimiento económico. Pero lo que estamos viendo ahora es que Europa está haciendo una transición energética en las peores circunstancias posibles (repentinas, inesperadas y drásticas) y lo está manejando bastante bien. Esto sugiere que una transición gradual y planificada hacia la energía verde sería mucho más fácil de lo que imaginan los pesimistas.

 

 

*c.2023 The New York Times Company

ESCRITO POR:

Paul Krugman

Premio Nobel de Ciencias Económicas en 2008

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