Pluma invitada
La nueva dimensión de liderazgo de Donald Trump tras el ‘intento de asesinato’
El Donald Trump que viene es una versión inédita de sí mismo.
El Donald Trump que viene es una versión inédita de sí mismo, su dimensión, su percepción, su capacidad de influencia, liderazgo y su poder de persuasión han llegado a niveles que aún con la mejor mercadotecnia digital, inteligencia artificial o cualquier herramienta de comunicación pudiera imaginarse, eso implica una grave, profunda, seria y trascendente responsabilidad.
El intento de asesinato (denominado así por las autoridades a cargo de la investigación) que sufrió Donald Trump el 13 de julio ha sido uno de los eventos más atroces y cruentos de la historia política de la nación norteamericana.
Sin duda, constituye uno de las mayores afrentas a la vida democrática, a los procesos electorales y a la esencia misma de la política. Como lo señalaron diversos actores en todo el mundo no hay cabida para la violencia, para la radicalización, los discursos incendiarios y mucho menos para que -derivado de estos factores- víctimas colaterales hayan tenido que pagar el precio solo por estar presentes en un mitin político.
Claramente un hecho lamentable, reprochable, reprobable que arroja muchas preguntas, muchos cuestionamientos, muchas dudas pero que también es un reflejo de lo que la propaganda política, el liderazgo, los actores políticos y la sociedad pueden experimentar durante los procesos electorales cuando se llevan los discursos, las actitudes y las emociones a niveles radicales y extremistas.
Nuevamente, la escena mundial fue acaparada por un acontecimiento singular en los Estados Unidos; apenas a unos minutos de haber iniciado su discurso, Donald Trump se llevaba la mano a la cara y se tiraba al piso tras haberse escuchado el sonido de detonaciones; los asistentes, presas del desconcierto y el pánico buscaban refugio, la mayoría no sabía que hacer pero todos -incluso las audiencias en redes sociales o medios oficiales- no podían creer que algo así estuviera ocurriendo ante sus miradas atónitas.
Mientras los agentes del primer círculo de seguridad del candidato se abalanzaban sobre él Los disparos continuaron, en medio de lo que parecía una escena de película se daba cuenta de que el tirador había sido abatido y se ordenaba el desalojo inmediato de Trump, todo esto en medio de los gritos de señalando que estaba herido y había sangre en su rostro.
La noticia se hizo viral globalmente en segundos, la atención se multiplicó y lo que siguió fue apoteótico, los agentes del Servicio Secreto que protegieron el cuerpo del aspirante presidencial ahora se levantaban y en medio de ellos emergía la figura resiliente, en actitud de lucha con el puño en alto de Donald Trump.
Esa imagen se quedará impresa como uno de los mayores símbolos en los anales de la comunicación política, pues refleja un cumulo de emociones, un despliegue estratégico de percepciones y consolida diversos mecanismos de influencia sobre el electorado.
Muchas dudas, muchos cuestionamientos pesan y deberán ser atendidos en breve.
Muy a su estilo mesiánico populista, Trump sacaba el mejor de los provechos posibles en medio de esta crisis, su personalidad afloraba y lanzaba una arenga hacia sus huestes, llegó siendo un candidato, salía como la figura central, indiscutible, un sobreviviente, una víctima de la violencia, un héroe no solo en los EUA sino en todo el mundo.
¿Quién puede ahora recriminarle algo sobre el 6 de enero? ¿Sobre Stormy Daniels? o aún sobre sus excesos verbales, sus políticas, sus ideas o la visión que le ha sido característica. Ha traspasado las fronteras emocionales mostrando al mundo que hasta las probabilidades y las fuerzas divinas están con él intervinieron a su favor para que sobreviviera.
“¡USA! ¡USA! ¡USA!” vitorearon sus seguidores, llenos de orgullo, con fuerza renovada, esta era una demostración en tiempo real de valor, de resistencia, de firmeza, de coraje, incluso algunos electores indecisos podrían ahora inclinar su preferencia hacia este líder sólido, fuerte y ultra motivado (virtudes todas de un líder político) que aumenta la distancia si se le compara con su contraparte demócrata.
¿Qué candidato puede ahora ponerse enfrente y argumentar que tiene una condena y enfrenta otros juicios? ¿Quién puede invocar la verdad, la ley o las instituciones ante sus excentricidades? Esta tragedia que no deja de ser lamentable e inaudita ha quedado como un evento detonador, un referente, un parteaguas en el desarrollo de las campañas electorales.
Además de la ola de reprobación y condena de los acontecimientos, las reacciones inmediatas también eran un llamado a la calma a evitar que el fuego de la confrontación interna se esparciera y generara una suerte de conflicto escalable sin control.
Esto resulta más crítico y fundamental ya que ocurrió a unas horas del comienzo de la Convención Nacional Republicana y que ahora -sin duda- tendrá esta noticia como el tema central. Cada palabra deberá ser sopesada, valorada, vista en perspectiva, proyectada hacia un futuro indeseable. El llamado debe ser siempre a la unidad, a la paz, la estabilidad y la calma.
Muchas dudas, muchos cuestionamientos pesan y deberán ser atendidos en breve, todos los sectores, grupos y la propia sociedad americana tendrán que reflexionar, evaluar a detalle y responder con moderación, madurez y cordura.
El Donald Trump que viene es una versión inédita de sí mismo, su dimensión, su percepción, su capacidad de influencia, liderazgo y su poder de persuasión han llegado a niveles que aún con la mejor mercadotecnia digital, inteligencia artificial o cualquier herramienta de comunicación pudiera imaginarse, eso implica una grave, profunda, seria y trascendente responsabilidad.