Estado, empresa y sociedad
La marea que viene del norte
Todos los connacionales queremos al terruño que nos vio nacer y nos identificamos con lo guatemalteco.
A los ciudadanos de Guatemala nos interesa que nuestras familias y el entorno social, económico, ambiental y político que prevalezca acá sea el mejor posible. Todos los connacionales queremos al terruño que nos vio nacer y nos identificamos con lo guatemalteco, sintiéndonos llamados a velar y procurar lo mejor para nuestro país y nuestros seres queridos. Sobra decir que las autoridades electas, funcionarios y empleados públicos debieran ser los primeros obligados a defender los intereses de Guatemala y de los guatemaltecos.
La amenaza latente es que el gobierno de Trump podría empezar a deportar a los connacionales.
Y eso pasa con los nacionales de cualquier país. Los mexicanos por México, los estadounidenses por los Estados Unidos de América, los salvadoreños por El Salvador, igual que los oriundos de otros países centroamericanos, europeos, asiáticos o del resto del mundo. Esto lo acabamos de sentir en las recientes olimpiadas de París, con la emoción que despertó en nosotros que dos compatriotas obtuvieran sendas medallas olímpicas.
Pero también hay otras pasiones ajenas a nuestro país, como nos pasa con los deportes: unos son del Real Madrid, otros del Barsa; unos de los Yanquis, otros de los Dodgers; unos republicanos, otros demócratas. Siendo orgullosamente guatemalteco, me toca votar aquí, pero cuando me preguntaban por quién votaría si fuese estadounidense, les contestaba que, si fuera de allá, probablemente habría votado por Trump, porque quién no quiere hacer grande a su país, que es lo que le ofreció a su pueblo; pero como soy chapín, no estoy seguro si eso es lo que más le convendría a Guatemala.
Y sólo me referiré a una de las amenazas que se cierne sobre nuestro país si el presidente Trump cumple con su promesa electoral de devolver a los migrantes ilegales ubicados en los Estados Unidos. Se estima que hay casi 3 millones de migrantes guatemaltecos trabajando allá y, sólo este año, se espera que enviarán remesas familiares por US$21.7 millardos de dólares. Estas fortalecen la estabilidad cambiaria y alimentan las reservas monetarias internacionales que rondan los US$24.2 millardos.
La amenaza latente es que, al margen de si a la economía del país del norte le conviene o no, el gobierno de Trump podría empezar a deportar a los connacionales y con ello no sólo se perderán las remesas de las cuales dependen sus familias aquí, sino que miles retornarán al país sin tener trabajo ni ingreso alguno, con las consiguientes consecuencias sociales y eventualmente políticas.
Esto tendría un serio impacto a nivel familiar y microeconómico, pero a nivel macroeconómico las implicaciones cambiarias serían igualmente preocupantes. En lo que va del año se han usado divisas para pagar importaciones por US$23.683 millardos, pero por las exportaciones sólo han ingresado divisas por US$8.978 millardos; es decir, que sólo entre lo importado y lo exportado nos faltarían US$14.705 millardos. Después de esta simple operación de suma y resta entre importaciones y exportaciones, surge la duda: ¿Cómo es que se cubre la diferencia de divisas faltante? Podemos imaginarlo: se cubre con las remesas familiares.
Pero sin los US$17.835 millardos de remesas recibidas hasta octubre pasado, las reservas monetarias internacionales del país se habrían tenido que reducir en US$14.705 millardos para cubrir la diferencia mencionada, si se quisiese mantener la estabilidad del tipo de cambio. También es posible que el año próximo no tendríamos un impacto inmediato, sino hasta después, porque los migrantes probablemente se apresurarían a enviar los fondos que hayan ahorrado por allá, previendo el verse forzados a regresar a su patria. O tal vez el presidente Trump, al final, no cumpla su promesa de campaña y no habrá de que preocuparse.