IDEAS
La libertad vale la pena
La semana pasada tuve la oportunidad de hacer un viaje que me llevó a reflexionar mucho sobre los principios de una sociedad de personas responsables y libres que he defendido en la arena pública desde hace más de treinta años. ¿Ha valido la pena? Debo responder que sí, si ha valido mucho más la pena de lo que jamás me pude haber imaginado cuando vi publicado mi primer artículo en un diario ya desaparecido.
' Obedeciendo a una ley irrevocable, la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época.
Jorge Jacobs
La aventura me llevó a dos lugares llenos de historia. La primera parada fue Bretton Woods, en el mismo hotel y salones donde hace casi 80 años se llevó a cabo la famosa conferencia económica presidida por el mismísimo John Maynard Keynes y su contraparte estadounidense, Harry Dexter White. En ella se establecieron las bases para el sistema internacional de pagos que, a pesar de que los Acuerdos de Bretton Woods “formalmente” fenecieron en la década de los años 70, cuando Richard Nixon eliminó el patrón oro, la estructura internacional de comercio y transferencias que surgió como consecuencia de los acuerdos todavía se mantiene. Las dos principales instituciones internacionales que se fundaron a raíz de los acuerdos, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, también continúan vivitos y coleando.
En ese lugar tuve la oportunidad de escuchar a muchos académicos disertar sobre el mundo de hoy, comparado con el que se vivía al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se llevó a cabo la conferencia. El hecho de que el mundo está muchísimo mejor hoy, que hace 80 años, no quita los nubarrones sobre el horizonte que pueden ser el preludio de tiempos borrascosos que se nos vienen encima a la humanidad. ¿Estamos de regreso en 1939? No lo podemos saber, como bien lo decía un contemporáneo de esa época, Stefan Zweig: “Obedeciendo a una ley irrevocable, la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época”. Aun así, salí inspirado de esta conferencia, de muy buen ánimo y con mi optimismo racional fortalecido.
La segunda parada fue un encuentro con una historia más lejana, la de la revolución estadounidense. Caminar por la senda de la libertad entre las calles de Boston es una experiencia inspiradora para quienes amamos no solo la libertad, sino también la historia. Los azares de la vida me llevaron a caminar por esas calles apenas 40 días antes de que se celebraran los 250 años de la chispa que inició formalmente la revolución: la Fiesta del Té de Boston -Boston Tea Party-. Uno de los momentos culminantes en la historia de la rebelión contra los impuestos que ha sido, aunque usted no lo crea, uno de los principales hilos conductores de toda la historia.
También tuve la oportunidad de acercarme a uno de mis héroes del pasado, Benjamín Franklin, por ser esta su ciudad natal, aunque no donde se desarrolló. La revolución estadounidense se puede sentir en el aire en muchas esquinas de esta ciudad llena de historia. Aunque, creo que esto es más perceptible para los millones de visitantes anuales que para los residentes.
Ya de regreso en Guatemala, ayer también conmemoré los 34 años de otra fecha histórica: la caída del muro de Berlín. Nunca mejor representada que por una fotografía con varias decenas de personas paradas sobre el muro, desafiando a los guardias que todavía tenían las órdenes de dispararle a cualquiera que quisiera escapar, con la palabra “Libertad” escrita sobre el muro.
Todas esas referencias históricas fortalecen mi convicción de que la batalla de las ideas es una en la que vale la pena estar. Cuanto más en estas épocas tan contradictorias que nos están tocando vivir. Cierro esta reflexión con el final del discurso de Patrick Henry ante la inevitabilidad de la guerra que se aproximaba: “¿Es la vida tan preciada, o la paz tan dulce, como para comprarla al precio de las cadenas y la esclavitud? ¡Dios todopoderoso no lo permita! No sé qué camino tomarán otros; pero en cuanto a mí, ¡dadme la libertad o dadme la muerte!”.