Catalejo

La ley como instrumento de persecución política

Ligorría y Sperisen muestran a la ley como instrumento de persecución política aquí, en España y en Suiza.

En los últimos días han emergido dos claros ejemplos de persecución política disfrazada de legalidad. Se parecen en los once y doce años sufridos por los ciudadanos guatemaltecos Julio Ligorría y Erwin Sperinsen, con la diferencia de involucrar al sistema legal de Guatemala, de España y de Suiza. La decisión de una jueza al exembajador, mientras la otra víctima espera un cuarto juicio, de lo cual informa la documental “Una vergüenza judicial”, en exhibición en cines capitalinos. Otra similitud: el daño injusto a conciudadanos y la venganza por motivaciones ideológicas. Ambos “afianzaron la conciencia de la vulnerabilidad de la soberanía y el sistema legal”, dice quien regresó a pesar del riesgo de hacerlo: ya hay ataques anónimos concertados.


La acción de los jueces da vergüenza en ambos casos, sobre todo a los ciudadanos de un país europeo con esa sólida imagen positiva internacional. La integración de Suiza permite, por desgracia, esas injusticias. Varios exfuncionarios de Berger fueron juzgados en otros países por el mismo caso de Pavón y quedaron absueltos, menos Sperisen, cuyos derechos no han sido respetados y por ello la documental fue bautizada con ese título. El caso ha sido publicado en la prensa suiza y junto con las acciones de los defensores, no ha tenido efecto alguno porque la sentencia condenatoria de Berna fue de cadena perpetua. En un dramático giro legal, espera un cuarto juicio cuyo inicio está programado para hoy, pero con franqueza, sus posibilidades las considero muy escasas.

Se puede luchar desde el extranjero, gracias a la comunicación tecnológica instantánea, sin el temor de ser víctima otra vez de la ley como arma de venganza política.


Por su parte, la opinión de Ligorría se debe aplicar a la actual realidad del Ministerio Público, donde Porras y Curruchiche equivalen a Aldana y Sandoval. Hechos como la velocidad del dictamen en su contra, mientras estaba fuera del país y su presencia voluntaria al juzgado en España, demuestran el absurdo de la acusación de huida emitida en Guatemala. Eso no ha cambiado y en la actualidad hay numerosos ciudadanos obligados a irse al exilio al comprender su destino de quedarse: ser capturado y mantenido por muchos meses en prisión preventiva dentro de mazmorras, con atrasos a los juicios debido a toda clase de pretextos absurdos. Los casos mencionados justifican plenamente la suspicacia generalizada de un grueso sector de la ciudadanía.


Estos ciudadanos guatemaltecos mencionados deben pensar muy bien si regresan, aunque sean declarados inocentes en sus respectivos juicios. El destierro obligado o voluntario es una dolorosa forma de vivir, por ser tan profundo el amor a la tierra donde se nació, están enterrados los padres, otros familiares y amigos. Se puede luchar desde el extranjero, gracias a la comunicación tecnológica instantánea, sin el temor de ser víctima otra vez de la ley como arma de venganza política. Esto es especialmente necesario cuando ya se es parte de la minoría etaria, con los años de vida faltantes menores a los vividos y cuando se ha servido en muchas formas diversas a un país empantanado por la irresponsabilidad de algunos y la desidia de demasiados.


La defensa de principios debe mantenerse no sólo cuando amigos o familiares han sido beneficiados, aunque sea luego de muchos años, ni cuando hay ofensas. Cada uno tiene derecho a sustentar una opinión, no necesariamente balanceada y la gratitud personal es una razón válida para guardar silencio. Las arrugas en el rostro a causa de una injusticia tan larga comprueban no sólo el paso el tiempo sino sus efectos. Finalizo alegrándome de la decisión, aunque tardía, favorable a Julio, pues hemos tenido largos años de amistad, lo considero un buen analista político nacional e internacional y en un lejano momento histórico nos tocó actuar en favor de la democracia durante el ya mayoritariamente olvidado serranazo, cuyos efectos aun los sufre Guatemala.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.