Godot ha llegado
La importancia internacional de Estados Unidos
A pesar de todos sus problemas, Estados Unidos seguirá siendo la gran potencia mundial del siglo XXI.
El juego de dominós que caen en la escala internacional a menos de 10 días de las elecciones en Estados Unidos es una muestra más de que este sigue siendo el país más poderoso del mundo. Verá usted, querido lector, el poder para empezar no es un humano con fallos, es la razón de ser de toda comunidad política que nace, crece, pero también puede extinguirse. Esta fue siempre una característica clásica de aquellos que hasta la fecha lo siguen catalogando como “El Imperio”. La realidad es que el poder, más allá de obtenerse, se otorga, y en las relaciones internacionales, esto es un acto que suelen hacer los países incapaces de resolver sus problemas o los de su región, y ven afuera para que alguien lo haga por ellos. Pero también es un acto aprovechado por terceros antes de que un verdaderamente poderoso les jale las orejas, como solían hacer nuestros padres cuando nos portábamos mal.
Israel, cuyo único freno de mano es Estados Unidos, ha decidido atacar a un Irán sin liderazgo y alicaído que se debate entre responder, sabiendo que no tendrá efectividad y que un contrataque sería peor. Corea del Norte decide apoyar a sus “camaradas” rusos (porque nadie les ha dicho a los pobres que la Guerra Fría terminó hace siete lustros) pero una Corea del Sur considera meterse a apoyar a Ucrania, como acto de fuerza contra sus hermanos del norte. La Unión Europea rebuzna desde Bruselas, condenando todos los conflictos del mundo con la canción Imagine, de John Lennon, como fondo, pero no dice nada de las principales empresas armamentistas y los miles de millones en ganancias que están recibiendo por estos conflictos. Finalmente, la dictadura comunista de China vuelve a considerar oportuno invadir a la pequeña democracia de Taiwán porque ellos, así como todos los anteriores, saben que los Estados Unidos no harán nada a pocos días de las elecciones.
El vacío de poder mundial que Estados Unidos generó desde la segunda administración de George W. Bush es peligroso y no ha sido resuelto.
El vacío de poder mundial que Estados Unidos generó desde la segunda administración de George W. Bush es peligroso y no ha sido resuelto. Sin embargo, la competencia por llenarlo no tiene las capacidades de hacerlo por un tema esencial de riesgo político. Lo explicó magistralmente John Mearshimer en el 2001, en su libro The Tragedy of Great Power Politics, en donde pretender llenar vacíos de poder y ser una superpotencia tiene un costo llamado conflicto que solo puede ser librado contra una superpotencia establecida. Occidente, y para ser más específico Estados Unidos (porque la Unión Europea ya perdió esa carrera), es esa superpotencia que debe ser derrotada para poder colgarse esa medalla de superpotencia, y a China, Rusia, Brasil y la India les faltan años luz para llegar a eso. Pero entienden bien que el gato está ocupado, y por eso, como los ratones que son (en el gran tablero mundial, claro está), salen a hacer fiesta.
Todos, sin excepción, le apuestan a la elección presidencial de Estados Unidos, y todos, sin excepción, lo hacen desde una perspectiva realista: seguirá la fiesta con una Kamala Harris ignorante de temas internacionales o con un Donald Trump más aislacionista pero que dejará reglas de juego claras pero limitadas. Quede quien quede, ese vacío de poder seguirá aumentando y así también los conflictos regionales e internacionales. El sistema liberal internacional sigue en coma inducido, pero no hay reemplazos para la que seguirá siendo, a pesar de todos sus problemas, la principal potencia mundial durante el siglo XXI, que son los Estados Unidos, hasta que alguien decida subirse al ring a enfrentarlos directamente. ¡Feliz domingo!