La educación debe ser una prioridad innegable
La educación recibida en tiempo correcto llega a ser una inversión para toda la vida
“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Pitágoras
Cuando hablamos de educación, nos referimos a la parte formativa que cada uno de nosotros enfrentamos en esta vida, y no se limita simplemente a cierta edad únicamente, sino que, en cada etapa que tenemos que vivir cosas nuevas, debemos saber cómo entenderlas y luego usarlas. Sin duda, los primeros años del inicio de nuestra vida son lo más determinante, porque si fue correctamente estructurada, habrá de hacer más fácil las etapas que habrán de seguir.
A través de la educación, los niños son motivados a conocer y entender lo que les rodea para que puedan avanzar y funcionar en la vida de una manera progresiva y productiva hasta poder alcanzar sus sueños con una formación que les permita ser útiles para la sociedad.
Es sorprendente cómo pueden cambiar la vida y la perspectiva de un adulto cuando se manifiesta cierta educación informal de algo que nos rodea. Eso luego nos lleva a buscar mayor información, que finalmente nos lleva a una formación para hacer las cosas que se nos presentan. Además, nos capacitarnos en algo que nos habrá de proveer para nuestro sustento diario y recursos necesarios para obtener lo que nos permitirá vivir de una manera digna también.
Se debe entender que la educación que logramos adquirir no es simplemente para poder llenar un dato interesante en nuestra hoja de vida, sino para podernos desempeñar en la vida de tal modo que nos sentimos útiles ante los desafíos que la vida nos presenta a diario.
La aceptación de la importancia que tiene la educación debe llevar a la acción de modo evidente .
Es fundamental poder contestar las preguntas que se nos plantean, en las cuales se manifiesta un interés de aprender o, si es simplemente una curiosidad, no tenemos la obligación de satisfacerla. Estamos obligados a cooperar en la parte formativa de nuestros prójimos cuando nos están preguntando para poder saber, y de ese modo llegar a ser diferentes el resto de su vida. Sin lugar a duda, esa puede ser la descripción del proceso que todos nosotros hemos vivido de un modo o de otro.
Es admirable cómo los que han sido ayudados para aprender algo siempre recuerdan con cariño y admiración a la persona que se tomó el tiempo para orientarlos y responder a todas las dudas que se tenía. Si en algún momento, haciendo memoria, se lo reconocemos al que nos ayudó, posiblemente hasta con extrañeza nos comenta que no lo tenía presente. Esta debe ser, lo agradezcan o no, una buena razón para cada uno de nosotros en lo que esté de nuestra parte y nos sea posible tomar el tiempo en compartir lo que nosotros sabemos a otros, para que pueda ser en algún momento un recurso para avanzar y ser diferente.
Es fundamental entender que la educación está estructurada en conceptos de instrucción, y por ello las Sagradas Escrituras nos dan el mandato: “Instruye al niño en su carrera y, aun cuando fuere viejo, no se apartará de ella”.
La tarea de aquellos que se toman el trabajo de educar, sea por su profesión o por responsabilidad personal, es una inversión para toda la vida la que están desarrollando en la convivencia diaria y todo aquello en lo que se habrán de involucrar. Por ello, nunca nos cansemos de hacer el bien enseñando lo que ya sabemos a los que están bajo nuestra responsabilidad, y también a aquellos que nos piden que se les ayude.