Hagamos la diferencia
La cultura del “ganar, ganar, ganar”
Los japoneses han desarrollado una cultura derivada de la adversidad que los ha llevado al desarrollo.
En una reciente conferencia sobre kikubari kaizen, términos de la cultura japonesa que se enfocan en la atención y la mejora continua, se presentó un concepto que resonó profundamente. Escuché una frase que en japonés forma parte esencial de su filosofía de negocios y relaciones: el “ganar, ganar, ganar”. Esta visión no solo contempla el beneficio para el vendedor y el comprador, sino que añade un tercer factor fundamental: la sociedad. En esta fórmula, el objetivo es que todos los involucrados ganen, creando un equilibrio entre el interés individual y el bien común.
La cultura del “ganar, ganar, ganar”: una lección que Guatemala necesita urgentemente.
Este principio de equilibrio me recuerda a una balanza, como la que tengo en mi oficina. En ella, el “ganar, ganar” se representa como un ideal que constantemente necesita ser ajustado para que el equilibrio sea real. Es un trabajo arduo y constante, pues no es fácil lograr que todas las partes vean más allá de sus intereses inmediatos y comprendan que el beneficio de uno no debería significar el detrimento del otro. Esto me llevó a pensar en Guatemala, una nación rica en recursos y diversidad, pero que, lamentablemente, suele caracterizarse por un enfoque excesivamente individualista y desagregado. Este patrón cultural se refleja en nuestras instituciones, nuestras prácticas empresariales y nuestra vida cotidiana, creando una sociedad en la que predomina el “yo gano, tú pierdes”. Esa falta de balance nos está costando caro.
Uno de los ejemplos más notorios y alarmantes de esta falta de perspectiva de “ganar, ganar, ganar” es la situación de la infraestructura vial en Guatemala, responsabilidad del Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda (CIV). Este sector, esencial para el desarrollo económico y social del país, sufre una grave crisis de corrupción y falta de supervisión que ha llevado al colapso de nuestras carreteras y vías de comunicación. El estado actual de la infraestructura vial en Guatemala es un ejemplo doloroso de lo que sucede cuando una cultura de “ganar, ganar, ganar” no forma parte de las prioridades. En lugar de un beneficio compartido entre los contratistas, el gobierno y la sociedad, se ha instaurado una dinámica en la que solo unos pocos ganan, y lo hacen a costa de todos los demás.
Las empresas constructoras, en muchos casos, parecen centrarse en maximizar sus ganancias inmediatas sin considerar el impacto a largo plazo de sus obras. Un ejemplo claro es el abandono de obras apenas terminadas, como ha sucedido en carreteras que, a pocos meses de ser inauguradas, presentan baches y grietas. Estas constructoras no solo ignoran los estándares de calidad, sino que también omiten la responsabilidad de dar un servicio de posventa o mantenimiento adecuado. Para ellas, el contrato termina cuando la obra está concluida, y la sociedad se queda con el problema. Por su parte, el gobierno tiene también su cuota de responsabilidad. A través del CIV, se adjudican contratos sin el rigor de las auditorías necesarias para garantizar la calidad de las obras. Es así como se contratan empresas que no tienen los estándares adecuados, pero que sí tienen la capacidad de alimentar redes de corrupción que las favorecen. Al final, lo que se pierde es la oportunidad de mejorar la conectividad y la movilidad en el país, algo que afecta no solo al comercio y a la economía, sino también a las comunidades que dependen de estas vías para acceder a servicios básicos. Para que Guatemala pueda dar un giro hacia el desarrollo sostenible, necesitamos adoptar una visión que abarque a todos los sectores de la sociedad. La corrupción y la falta de rendición de cuentas han deteriorado no solo nuestras carreteras, sino también nuestra confianza en las instituciones. Necesitamos una cultura en la que cada decisión, cada proyecto se realice bajo el principio de “ganar, ganar, ganar”, asegurando que el beneficio llegue no solo a quienes realizan las obras, sino también a quienes las necesitan. Mientras tanto, la iniciativa 5431 sigue durmiendo en el Congreso.