Pluma invitada
La crisis de liderazgo en Guatemala
El reciente derrumbe en el kilómetro 44 de la carretera entre Palín y Escuintla no es solo una tragedia física, sino también una manifestación palpable de la crisis de liderazgo que enfrenta Guatemala.
El reciente derrumbe en el kilómetro 44 de la carretera entre Palín y Escuintla no es solo una tragedia física, sino también una manifestación palpable de la crisis de liderazgo que enfrenta Guatemala. Este incidente, que ha interrumpido una arteria vital de comunicación, transporte y comercio, simboliza la negligencia y la falta de previsión que caracteriza a nuestros líderes gubernamentales.
Es esencial desenmascarar esta táctica de victimización por lo que realmente es: una cortina de humo.
Desde que ocurrió el colapso inicial, la respuesta del gobierno ha sido tibia y burocrática, más enfocada en justificar la inacción que en tomar medidas concretas. En lugar de presentar un plan de acción claro, se ha optado por una estrategia de comunicación que posiciona al gobierno como otra víctima de circunstancias inevitables. Según esta narrativa, los gobiernos anteriores y los desastres naturales son los únicos culpables, dejando de lado cualquier responsabilidad gubernamental en la prevención y respuesta rápida a tales emergencias. De igual forma, nuevamente vuelven a llamar a manifestaciones como lo hicieron a finales del año pasado con los bloqueos. Esta vez, para evitar la interpelación de los ministros por el Congreso de la República, rol que tiene ese órgano del Estado como parte de los pesos y contrapesos de nuestro sistema republicano.
Es esencial desenmascarar esta táctica de victimización por lo que realmente es: una cortina de humo que busca desviar la atención del público de la falta de mantenimiento preventivo y de inversión en infraestructura crítica. Este no es un incidente aislado ni una calamidad imprevisible. Es el resultado de años de descuido y de una falta alarmante de planificación estratégica. La carretera Palín-Escuintla, a diferencia de otras carreteras, pasó más de 20 años bajo concesión con una empresa privada y durante ese tiempo, nunca sufrió un percance como este. Solo bastó con pasar a la administración pública gracias al gobierno de Alejandro Giammattei y ahora vemos el resultado en el kilómetro 44.
Además, la reacción del gobierno actual no solo revela una falta de capacidad para gestionar crisis, sino también una ausencia de liderazgo proactivo. Un liderazgo efectivo no se limita a reaccionar a desastres, sino que anticipa y trabaja incansablemente para mitigar los riesgos antes de que estos se conviertan en emergencias. Un líder debe ser aquel que tome el problema y direccione al equipo para solventarlo, tomando decisiones con determinación para que exista una acción coordinada y enfocada hacia el cumplimiento del objetivo.
En este sentido, la situación actual debe ser un llamado de atención para que los ciudadanos exijan más de sus representantes y de sus líderes. La batuta se les dio para que demuestren resultados. Es hora de que los guatemaltecos rechacen la narrativa de la victimización y las excusas y exijan cuentas claras y acciones concretas. La infraestructura de un país es un reflejo de sus prioridades políticas, de su compromiso con promover la competitividad y el desarrollo. Si Guatemala desea progresar hacia un futuro más próspero, necesita líderes que vean más allá de los ciclos electorales y que inviertan en el bienestar a largo plazo de su gente.
El derrumbe del kilómetro 44 en la autopista Palín-Escuintla debería ser un punto de inflexión. Las autoridades responsables deben realizar el cambio necesario en cómo se gestionan e invierten nuestros recursos y cómo se prepara nuestro país para enfrentar los desafíos del mañana. Los berrinches, las señalizaciones de culpa y las cortinas de humo no son la solución; debemos actuar con liderazgo para construir el país que queremos. No podemos permitir que la incompetencia y la inacción se disfracen de fatalidad, de emergencia o de sorpresa. El verdadero cambio comenzará cuando dejemos de aceptar excusas y empecemos a exigir soluciones.