Registro akásico
La confusión está a sus anchas
Se cuela el corporativismo al manipular discusiones políticas norteamericanas.
Se sigue con James Madison *1751 +1836, contribuyente de artículos a The Federalist Papers. Temía a los partidos políticos y sabía lo difícil de organizar un acceso directo de los ciudadanos al Gobierno. Definió a la facción constituida en compartir pasiones o intereses grupales, que desembocaba en la lucha como clase social. Con el funcionamiento electoral, conseguían poder para ejercerlo en su favor, pues los electos son menos que los votantes: son una minoría. A continuación, favorecen a sus cercanos, para formar una clase privilegiada.
Un grupo, particulares o funcionarios con control de riqueza social, inician actividades de influencia. Otros similares hacen lo propio. Por lo tanto, se diferencian las tendencias ideológicas. De esa cuenta, la definición de clase no proviene de compartir una ocupación económica, sino de la integración de un grupo de variado origen social a partir de su manifestación discursiva. Los ricos iniciadores o líderes con patrocinio se unen a otros grupos repetidores del relato. Los agregados imaginan haberse equiparado a la situación económico-social de los patrocinadores. La situación se refuerza cuando obtienen ingresos de los primeros para actuar activamente en política. En algunos casos de manera directa, como empleados; en otras, asistiendo a eventos sociales de todo tipo. Allí se codean con los patrocinadores. Aparece la militancia del grupo político. Bajo uso demagógico, atraen a incautos, oportunistas y aborregados, constituyendo una tendencia.
Madison denunciaba como perverso al régimen electoral, pues entregaba el poder a una facción que lo utilizaría para destruir a sus oponentes. Además, la mayoría se convertía en población sometida a una minoría. Así, prevenía sobrevalorar a la democracia representativa. En el Paper X o 10, sugirió el remedio. O se desechaba la calidad de ciudadano, o se controlaba a la minoría oligarca bajo ropaje democrático. En agrupaciones pequeñas, es inevitable la formación de esos grupos dominantes.
La democracia genera un equilibrio dinámico cuando existe fuerte aprecio al régimen de legalidad.
En nuestro país, se ha propagandizado el descrédito de la democracia. Al fijarse en los municipios de nuestro país, sujetos a la reelección con autoridades ávidas de monopolizar la obra pública a través de empresas formadas para el efecto. La reelección se explica por la desorientación de los vecinos, acostumbrados a votar a pedido de familiares empleados en la municipalidad local o por pequeños favores negociados sobre regateo de derechos o a veces bajo coacción para obtener una coima. La formación de dictaduras es inherente al sistema, favorecida al señalar enemigos públicos escogidos entre otras autoridades que no comparten la adscripción partidaria, o inventar pactos para corruptelas donde los señalados cambian de acuerdo con el capricho de la hegemonía de la denuncia en medios de comunicación.
El contrapeso, al sistema electoral municipal, mejora al prohibir la reelección. Pero nunca estará asegurada la tendencia a la formación de oligarquías, pues existen otras dinámicas sociológicas y psicológicas actuantes.
Pesos y contrapesos se fortalecen con períodos de ocupación limitada en los puestos de autoridad: diputados, jueces, fiscales, superintendentes y del presidente. Cuando se ha vivido durante décadas en regímenes con características fascistas, es difícil apreciar a las garantías para decisiones de mayorías y respeto a las minorías. Se tergiversa la dicotomía de Madison entre democracia y república, pues la sutileza de esa oposición olvida el aprecio a una república organizada bajo la democracia representativa y el respeto al régimen de legalidad.