De mis notas
La censura de las redes sociales se desborda
Con el avance de la tecnología, la Internet satelital y los VPN, todos los que creemos en la libertad seguiremos combatiendo la censura.
Vivimos tiempos sombríos para la libertad de pensamiento a nivel mundial. El tan aclamado free speech, defendido con sangre, sudor y sacrificio, enfrenta momentos críticos debido a una serie de censuras políticas cada vez más descaradas.
El poder de las redes sociales está aterrando a los gobiernos totalitarios.
Un claro ejemplo es la reciente detención del creador de Telegram en Francia, bajo acusaciones aún no aclaradas públicamente. Parece que a los sabuesos de la censura no les agrada que los canales de Telegram permitan la difusión de programas y pódcast de toda índole, incluyendo figuras como el controversial Tucker Carlson, que cuenta con millones de seguidores. Pero, oh, ironía, en Estados Unidos, el Deep State también utiliza estos back channels para sus propios fines, exponiendo la hipocresía de la censura.
Nada nuevo. A lo largo de la historia, siempre ha habido intentos de controlar la información. Sea con garrote, cárcel o muerte. Sin embargo, con el advenimiento de Internet y las redes sociales, la libertad de expresión ha florecido, convirtiéndose en una matrix de expresión múltiple donde se encuentra desde lo superfluo y banal hasta elevadas manifestaciones intelectuales y artísticas. Su uso aterra a los gobiernos totalitarios. Las manifestaciones y la difusión de la información electoral por parte de los disidentes de Venezuela son un ejemplo.
Ya venían tratando de controlar la libertad digital desde los tiempos de la pandemia, cuando todo aquello que estuviese en contra de la narrativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) era inmediatamente censurado por Facebook y Twitter, como si lo expresado en contra de las vacunas o cualquier información sacrosanta emanada de la suprema OMS fuese un anatema digno de la excomunión digital.
Muchos alzaron la voz contra este atropello, pero fueron silenciados al ser eliminados de las redes. Uno de los primeros en ser censurado fue el propio Donald Trump. Las redes, manejadas por técnicos ideólogos activistas con poder discrecional se transformaron en tambores de resonancia unilaterales donde solo se permitía comunicar lo que coincidía con la sensibilidad progresista.
Sin duda esto fue un aliciente para que Elon Musk comprara Twitter por US$44 mil millones, renombrándola como “X”. A los pocos días, en medio de la protesta progre, despidió al 80% del personal.
Hace poco, el dueño de Facebook (Meta), Mark Zuckerberg, admitió ante la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes “haber eliminado contenidos en respuesta a presiones de agencias federales y, posteriormente, de la administración Biden entre 2020 y 2021”.
A la censura en países totalitarios que no permiten las redes se suma ahora Brasil, que el domingo pasado suspendió indefinidamente la plataforma X, alegando el incumplimiento de “nombrar a un representante local” y por “difundir noticias e información falsa”.
Se entiende que hay polos. Pero hay más polos de un lado que el otro. En Estados Unidos, todas las grandes cadenas de televisión y prensa escrita, excepto The Wall Street Journal y Fox News, están confabuladas a favor de los demócratas. El ensalzamiento de Kamala Harris, mostrándola de manera completamente favorable para su candidatura, es tan evidente que basta con comparar la narrativa hacia ella antes y después del “golpe de estado” a Biden por parte de los altos jerarcas del Partido Demócrata.
Silenciar la disidencia es la estrategia. Censurar la riqueza de la multidiversidad, el free speech y la libre emisión del pensamiento, el objetivo final.No lo lograrán. Con el avance de la tecnología, la Internet satelital y los VPN, todos los que creemos en la libertad seguiremos combatiendo la censura.