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La casta o los corruptos

La emergencia agrandada esconde la inconfesada actuación mafiosa permisiva del peculado.

El discurso contra los funcionarios ocupados en defraudar a la hacienda pública se popularizó en la última elección presidencial. Un estandarte del partido suspendido, pero cuyos afiliados están en el poder: rarezas nacionales. Un partido que no es partido, resultado de la ilustración de los jueces nacionales. Afortunadamente ha disminuido la persecución conocida como lawfare. Ejercicio de güizaches o maniobreros de la ley. Ese árbol frutal está lleno de espinitas que hacen difícil la recolección de la fruta que es tóxica, pero en pequeñas cantidades sirve en perfumería o farmacia. De la misma manera, el litigio malicioso o la persecución penal ejercida por pícaros aparece con intermitencia en noticias para alborotar el cotarro político. Después se calma para instalar a la espera de los larguísimos términos legalistas, con aroma de rigor.


Aparte de los oscuros designios de ley, al fijar la atención en los empleados estatales inmersos en el peculado destaca una característica: la casta. Son siempre los mismos, no es debido a una profesionalización en lo estatal, sino por estar dentro del grupo facilitador de los negocios en el Estado. La falta de raciocinio, en el sentido de operar solo sobre el formalismo de los procedimientos, sin buscar valores públicos o definir un proyecto de integración nacional, lleva a utilizar ese término. Francamente peyorativo, pues busca bajar la dignidad de los funcionarios. En el pasado se calificaba de burocracia, pero Max Weber (*1864 +1920), el sociólogo alemán, hizo el favor de dignificar el término, al señalar a esa dominación con una base racional. El presidente argentino generó la popularidad del nuevo concepto.

Unos meses de insultos al presidente pasado y después ni recuerdo de la continuidad de la corrupción.


Javier Milei la define compuesta por los políticos ladrones, reciclados, siempre asesores y representantes en el gobierno de cualquier cuño, su discurso siempre es crítico, como si fueran ajenos al poder, sin reconocer responsabilidad de lo actuado en el pasado. Pero allí están en todas las administraciones, como si no tuvieran responsabilidad en asegurar al grupo social dominante. A veces están en descanso, en oenegés, conocidas por estar enquistadas en consultorías y asesorías estatales. También están los empresarios prebendarios, amigos de todas las autoridades, se concentran en la obra pública pero también en el abastecimiento. La Ley de Compras y Contrataciones se supone garantiza la libre competencia. Buena para comprar ganchitos de oficina o bolígrafos, pero dejada de lado en las compras directas.

Cuidado si no hay tres marcas de refrescos de cola, si se desea refrescar a convocados con los dineros del presupuesto; pero para rellenar un hoyo que se hizo con maquinaria estatal se puede solicitar abastecimiento de camionadas de cemento y lodo, para el pronto olvido. La emergencia es un concepto nacional que permite la compra directa a los amiguetes. Los nombrados en ministerios, instituciones autónomas y descentralizadas suben en mancuerna. Preparan al equipo de abasto, pues ese es el premio de la lotería electoral, la continuidad de los mismos los volvió duchos en los trámites burocráticos.


En el caso argentino, se menciona al sindicalismo corporativo. Los miembros de las juntas directivas, asesoras, etc. pueden convocar a una clientela para realizar bloqueos en los servicios públicos. La casta es bien tratada, dice Milei, se esconde su currículum vitae. Al nombre del diputado no se le acompaña de unas letras mayúsculas para indicar la adscripción partidaria. Unos meses de insultos al presidente pasado y después ni recuerdo de la continuidad de la corrupción.

ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.