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La belleza de la imperfección

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Es muy difícil ser mujer en un mundo marcado por los estereotipos, de hecho, tener canas, arrugas, flacidez y grasa abdominal para una mujer es casi el final de su belleza. Mientras que para los hombres el panorama es diferente, tener canas y arrugas los hace más interesantes, si están pasados de libras, son “gorditos lindos”. El hombre es aceptado tal como es, mientras el género femenino es presionado socialmente, por mantenerse dentro de altos estándares de perfección para sentirse aceptadas.

' El estereotipo actual de belleza está afectando a millones de mujeres influenciadas a ser delgadas, eternamente jóvenes y perfectas.

Brenda Sanchinelli Izeppi

El ideal de belleza de hoy en día sobrepasa la lógica de la naturaleza misma. Está representado por un rostro bello sin ninguna imperfección, arrugas ni manchas, sin importar si tiene 15 o 60 años. Labios gruesos y carnosos al estilo Angelina Jolie. Un cuerpo estilizado, sin rollitos, con unas súper curvas. Donde haga falta se pone implantes, si le sobra grasa basta con una liposucción.

Un cabello nítido y peinado siempre, aunque esto implique largas horas en un salón de belleza. Uñas acrílicas, pestañas postizas, extensiones para el cabello, etcétera. Una total estereotipación, al punto de que ya no se sabe si es una mujer o un maniquí.

Este arquetipo de mujer, casi “imposible de lograr naturalmente”, no solamente requiere miles de dólares para conseguirlo, sino largas horas en el gimnasio, spa y salón de belleza. Al final la parte intelectual y espiritual queda poco tiempo para trabajarla desde este enfoque. Aun así, la mayoría de mujeres se sienten poco satisfechas con su propia belleza. Hasta las que se dedican al modelaje o la actuación, que son consideradas bellísimas para la mayoría de personas, no están contentas del todo con su propio ser.

La preocupación desmedida por la imagen física afecta terriblemente a las mujeres y cada vez a edades más tempranas. El deseo de encasillarse con los cánones de belleza actual impuestos por las grandes industrias de la moda y estética están causando estragos en la autoestima de las mujeres de todas las edades. Incluso llevándolas al suicidio, por la presión social.

Lo más irónico de todo esto es que en las encuestas que les han realizado a hombres de diferentes edades y culturas, todos coinciden en algo: prefieren a una mujer natural, con poco maquillaje, que luzca saludable y sin ningún implante. Y para una relación seria, a una mujer sencilla, inteligente, prudente y con valores. Sobre todo, dijeron, lo que más les impacta es la seguridad que una mujer muestra en sí misma y la capacidad que tenga para aceptarse y amarse tal como es.

Es decir, una mujer real que no dependa para ser bella del bisturí, maquillaje o photoshop. Aunque lucir bien es importante, si esto se convierte en una obsesión y en el centro de la vida de una mujer, entonces sí hay un serio problema. Tal vez no tenga un cuerpo perfecto, porque ha dado a luz a sus hijos o simplemente tiene libras de más, con canas y arrugas propias de su edad física, pero que también revelan su madurez a través del sufrimiento de la vida. Quizás no tenga un rostro perfecto pero sabe mirar a los demás con ternura y brinda una sonrisa sincera que ilumina a los demás. No usa uñas acrílicas porque tiene que lavar los platos y ropa en su casa. Con ojeras, arrugas y bolsas en los ojos, por la preocupación de no tener para pagar los gastos de su familia en el hogar, y eso la hace ser generosa.

Tal vez no lucirá tan llamativa, como otras que pasan largas horas en el salón de belleza, pero sí reflejará las verdaderas virtudes de una mujer humana, con autoestima, capaz de brindar amor a los demás y no solo enfocarse en ella misma. Al final la belleza física es relativa y temporal. Pero la belleza interna es eterna y absoluta.

ESCRITO POR:

Brenda Sanchinelli

MSc. en Relaciones Internacionales e Imagen Pública. Periodista, experta en Etiqueta. Dama de la Estrella de Italia. Foodie, apasionada por la buena mesa, compartiendo mis experiencias en las redes.