CATALEJO
Inminente e inevitable muerte del giammatteiato
Faltan 48 horas para el fin de la presidencia de Alejandro Giammattei, merecedora del dudoso honor de ser la peor de la historia guatemalteca, y eso es decir mucho. No es exageración ni mala voluntad. Es evidente. No podrá ver a los ojos a sus hijos y familiares si le preguntan por las razones de su accionar propio y de su banda delincuente. Jamás escapará al juicio de la Historia, al haber comenzado mal y terminado “peorísimo”. No tuvo un mínimo de ideología, mintió incansablemente, no gobernó, sino aprovechó toda oportunidad para beneficiar a sus impresentables cercanos. Gritos, aspavientos y somatones fueron la norma. Sus abusos casi echan por la borda al país y por ello una alarmada comunidad internacional intervino en forma abierta pero explicable.
' Está al borde de una tumba de la Historia, por haberla cavado en los peores cuatro años de una presidencia.
Mario Antonio Sandoval
En sus últimos discursos ha sido patético: mención de logros solo existentes en su mente, acusaciones a los países amigos de amenazarlo, imposibles de creer por su vicio de mentir y de considerar descerebrados a los ciudadanos. El último discurso en la OEA fue el colmo. Siempre usó los poderes del Estado para vengarse de quienes osaron criticarlo, se convirtió en enemigo de la prensa nacional o foránea, incluso peor a Arzú. Puso en ridículo a Guatemala con su presencia en Ucrania, cuyo fracasado fin era congraciarse con Estados Unidos. Con voz compungida, se declaró “trabajador” y dijo haberse librado de cáncer, en una clara falacia de argumento a la misericordia. Termina con un pie en la cárcel si no logra colarse en el nefasto Parlacén.
Si bien la corrupción ha sido moneda de curso generalizado, nunca como antes había sido tan evidente en él y sus colaboradores y compinches, como lo prueba el escandaloso caso de las vacunas rusas para combatir el covid. Los poderes del Estado, encabezados por incondicionales, se convirtieron en cascarones de carnaval al ser un circo de incondicionales, lambiscones y corruptos. Giammattei se parece a Jimmy Morales en su ansia de enriquecimiento y en sus hipócritas y constantes menciones a Dios, el apoyo del evangelismo organizado, un claro ejemplo de sepulcros blanqueados, y de descaro. Con él, Guatemala no tuvo presidente ni poderes del Estado, sino simplemente una “mara” similar a los grupos relacionados con la narcoactividad.
Ojalá su discurso de despedida sea corto, pues al mal paso debe dársele prisa. Ya no significará nada, al caer en oídos sordos. Quienes lo apoyaban ya no le responden el saludo, al buscar nuevos asideros. Quienes lo hicieron al considerarlo necesario para mantener intereses ventajosos y/o ilegales también ya comenzaron a actuar distinto, como se evidencia con la integración del nuevo gabinete. Terminará de comprender el inexorable paso del tiempo, verdugo de poderes falsos o de cortísima duración, porque cuatro años en su caso es el 6% de la existencia. A algunos expresidentes el tiempo ayuda para borrarlos de la mente pública. Contra él y su muy cercano se afianzará el rencor y muchas muestras ya comenzaron, con ruidosos insultos en el estadio.
Giammattei integra ya al grupo de presidentes buenos para nada, entre ellos el segundo peor: Morales. Este gobierno comprobó la urgencia de reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, un tema largo y complicado, para evitar la aparición de partidos-cascarón, como casi todos los 23 participantes en estas elecciones y 19 en la anterior. Se debe recordar esto cuando se está a pocas horas de sacar a empellones, gracias a los votos, a un personaje improvisado, ambicioso, empeñado en llegar desde hace muchos años, mentiroso. Para cualquier persona consciente constituye una verdadera satisfacción poder decirle “hasta nunca”, con la esperanza de no sufrir durante muchos años los terribles efectos de sus numerosas, increíbles, burdas e innombrables maldades y perversidades.