CATALEJO

Inminente dictadura ya es un hecho fatal

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Fatal significa en nuestro idioma “inevitable, desgraciado, infeliz, malo”. La dictadura ya no solo es posible, sino una realidad, como lo es, por ejemplo, la derrota de un equipo cuando va perdiendo 4-0 y faltan tres minutos para el final. Resulta ya inútil y cándido esperar cambios y motivaciones de quienes mandaban tras bambalinas, y ahora están en el escenario de un teatro lleno. Este casi increíble retroceso de la Historia es posible gracias a la actitud de fantoches y títeres integrantes de las más altas autoridades judiciales en la vergonzosa Corte Suprema de Justicia; del innombrable Congreso, repleto de alimañescos (nueva palabra) personajes, y del Ministerio Público, ejemplo de tortuguismo malicioso de su desconsoladora jefa.

La Corte de Constitucionalidad ahora se puede escapar de la crítica y del rechazo, solo porque los abominables planes de quienes la atacan incluyen la encerrona total de toda forma de independencia entre las máximas jerarquías del agonizante sistema político-jurídico del país. En este momento, tratar de hundirla se explica como estrategia para apoderarse de la entidad cuando termine su período, y pueda ser integrada por lacayos, es decir serviles y rastreros ya oficialmente identificados de tal manera. Esta situación no tiene precedentes en la historia de Guatemala y, me atrevo a decir, en la de países donde las dictaduras no agobian a la población. Los países amigos ya están dando muestras de una preocupación, sin duda convertida luego en presiones serias.

' La captura de toda autoridad del sistema judicial, imperfecto como es, solo abre la puerta y pone bandera roja a la antihistórica dictadura.

Mario Antonio Sandoval

Un efecto poco aparente para muchos es el necesario cambio de las formas verbales de toda crítica. Ya no tiene sentido decir “esto podría ser”, una posibilidad, y reemplazarla con la afirmación “esto será”. Al ser no importa si luego ocurre algo distinto. No tiene cabida el subjuntivo, al cual se le puede acusar de usarse para decir algo sin afirmarlo abiertamente, sobre todo en textos de abogados. Puede interpretarse como una cierta forma de poca entereza (integridad, rectitud, valor). Si estamos de acuerdo en lo terrible de la dictadura, no de una maaoría social sino de la élite o élites. Ante esto, queda la meditada decisión de no comentar solo con el fin de aumentar la confusión o demostrar mayor conocimiento y sagacidad, sino cerrar filas en una posición equidistante e integradora para unir esfuerzos a fin de evitar el triunfo del Mal.

Un motivo del exponencial rechazo de las personas siquiera con un mínimo de decencia lo constituye la incalificable inmoralidad de aprovecharse de la tragedia causada por la pandemia, cuyo azote alcanza a todos los segmentos de la población. Ya incluso se habla por redes sociales de reuniones entre las cabezas de los tres poderes del Estado para asegurarse del triunfo de esta canallada. Es aún más porque endeudaron al país por dos o tres generaciones, no emplean el dinero para solucionar problemas añejos, ni poseen la microscópica cantidad de decencia necesaria para siquiera rebajarse los sueldos. Eso sí, toman medidas causantes de la muerte, por razones de falta de ingresos, a millares de familias guatemaltecas de clase media hacia abajo.

Guatemala no podrá salir por décadas, seguramente, de este atraso obligado. La interpretación de las leyes según el beneficio de financistas, corruptos, irresponsables, impedirá nuevas inversiones extranjeras y retirará a las actuales, todas indispensables. Es ensordecedor el silencio de la Academia, pues ninguna universidad, comenzando por la San Carlos, se ha pronunciado de manera oficial, y clara, una vergüenza merecedora de otro artículo. Hay voces individuales, algunas de representantes reales o percibidos de grupos de la sociedad, pero nada institucional. En ese maremágnum a nadie debe extrañar la irresponsable actitud de los fiesteros cuando así se burlan de quienes han muerto por el covid, de los médicos y demás personal, y de sus familias.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.