Hagamos la diferencia

Infraestructura agrícola en lugar de fertilizantes

Históricamente, el gobierno ha invertido en fertilizantes, una medida que ha demostrado no contribuir significativamente al desarrollo de la agricultura en Guatemala.

La reciente ampliación presupuestaria aprobada por el Congreso de la República ha desatado una fuerte polémica en la opinión pública por varias razones: a) la tardanza en su aprobación, que pone en duda su efectiva ejecución; b) el repentino apoyo de un grupo de diputados, logrado mediante tácticas cuestionables, y c) el destino dudoso de los fondos hacia rubros que no generarán un impacto real en el desarrollo del país.

La inversión en fertilizantes es una solución temporal que no aborda los problemas estructurales del agro guatemalteco.

Uno de estos rubros es la compra de fertilizantes, justificada bajo el argumento de mejorar la producción agrícola. Sin embargo, este tipo de programas ha demostrado en el pasado que su beneficio para el agricultor es casi nulo, ya que no genera un valor agregado real a la economía rural. En cambio, tiende a modificar los precios locales de los productos, crea dependencia y tiene un impacto negativo en el medioambiente.

La agricultura es un pilar fundamental de la economía guatemalteca, y muchos agricultores dependen de los fertilizantes para aumentar o mantener su producción. En el contexto actual de altos precios para estos insumos, un subsidio podría parecer una medida atractiva, pero sus desventajas para el país son serias. El riesgo de corrupción, persistente en nuestro país, probablemente afectará la inversión de estos fondos.

La realidad es que esta solución a corto plazo no enfrenta los problemas estructurales de la agricultura en Guatemala. Las políticas empresariales han hecho a nuestros agricultores dependientes de fertilizantes inorgánicos, en los que deben invertir la mayor parte del costo de producción de sus cultivos. Además, el uso excesivo de fertilizantes químicos es nocivo para el medioambiente, contaminando el agua y degradando el suelo. Su uso debe ir acompañado de medidas que promuevan una utilización responsable y sostenible.

En lugar de invertir en fertilizantes, el gobierno debería destinar fondos al desarrollo de infraestructura agrícola: sistemas de riego, construcción de invernaderos y capacitación en técnicas agrícolas sostenibles y modernas. El riego y la producción bajo sistemas controlados podrían fácilmente triplicar la producción actual, siendo esta una proyección conservadora. Es inconcebible que un país como el nuestro, con abundantes recursos hídricos, dependa en gran medida de cultivos que esperan las lluvias, cada vez más impredecibles debido al cambio climático. Es necesario crear infraestructura para captar y almacenar aguas pluviales, aprovechándolas según las necesidades. Nuestro país podría estar cubierto por sistemas de riego, como un servicio público, emulando a países como Israel, donde, a pesar de la escasez, siempre hay disponibilidad de agua en sus parcelas.

Incluir fondos en esta ampliación para la compra de fertilizantes fomentará una peligrosa dependencia de los agricultores hacia estos productos. En lugar de invertir en soluciones a largo plazo, como la capacitación en técnicas de agricultura orgánica y sostenible, se está promoviendo una solución temporal que no aborda las raíces del problema. Aunque la intención de apoyar a los agricultores es loable, el gobierno debe considerar las implicaciones a largo plazo de destinar presupuesto a la compra de fertilizantes. Este es un tipo de programa populista que había sido eliminado en gobiernos anteriores, pero que algunas municipalidades mantuvieron para asegurar su caudal electoral.

Salir en las fotos entregando fertilizantes es el sueño de cualquier político irresponsable que solo busca mantener votos a su favor. Manipular y controlar las compras es una acción premeditada y perversa para aprovecharse del erario nacional. El ministro de Agricultura debería solicitar la reasignación de estos fondos hacia el desarrollo de infraestructura agrícola, pues, como conocedor del agro, sabe muy bien lo que es mejor para este país.

ESCRITO POR:

Samuel Reyes Gómez

Doctor en Ciencias de la Investigación. Ingeniero agrónomo. Perito agrónomo. Docente universitario. Especialista en análisis de datos, proyectos, educación digital. Cristiano evangélico.