Registro Akásico
Influenciadores de infundios
Anhelo de ver a emisores en redes sociales de comentarios sobre hechos concretos comprobables.
La murmuración era la manera de difamar, quejarse o insultar a alguien, pues se necesitaba de un tono bajo para no aparecer como una persona ofensiva o vil. No obstante, los maldicientes no dudaban con alaridos injuriar a las autoridades o personas cercanas. Estos últimos, son los que llenan las estaciones, podcast, difusoras de juicios sobre cualquier tema por medios informáticos. Pero el esquema de infamación utiliza la hipocresía.
La entrada para la calumnia consiste en señalar a funcionarios de segundo plano. En general, no se conocen los nombres de viceministros, menos de directores generales. Hay 14 ministerios en el país, si se multiplican por cuatro, resulta un listado de nombres bastante dilatado. Así, basta con identificar a dos o tres, por su nombre, en una materia del poder ejecutivo para adjudicarles actos de peculado, sin circunstancias, pruebas o casos concretos. Ya está hecho, después la injuria directa utilizando un mote inventado, tal como chibolón o guapetona, se completa con una referencia a la inclinación sexual real o supuesta, para terminar con una risita y pasar a otros infundios.
Hay un diputado reincidente cuya explicación sobre la aprobación de cualquier decreto consiste en afirmar la circulación de dinero o compra de voluntades con favores burocráticos. Lo repulsivo consiste en la reproducción radiofónica en los noticieros, por lo menos cada semestre, de esas acusaciones sin nombres ni pruebas. La finalidad consiste en desacreditar al régimen representativo del Legislativo. Se puede tener una evaluación personal sobre las calidades de los diputados; pero la consideración generalizada de su esencia corrupta es otra cosa.
Se ha descubierto en la construcción de hospitales un fraude en obras, materiales y equipo. Dos diputados utilizan visitas grabadas audiovisuales para demostrar el peculado. Una diputada encontró la falta de baldosas reportada como instalada en un galpón. Igual se descubre la contratación de familiares y el retardo en la atención a pacientes, tanto en la salud pública como en la seguridad social. Pero no hay ampliación de los temas, pues son políticos de oposición.
Se puede tener una evaluación personal sobre las calidades de los diputados; pero la consideración generalizada de su esencia corrupta es otra cosa.
Preocupa la trata de personas, en especial relacionada con los viajeros extranjeros. Cuando por un accidente automovilístico se descubre a un vehículo militar transportando a migrantes, se pasa sin mayor expediente. No obstante, del contrato con una empresa rusa por las vacunas Sputnik se provoca lamentos y llamados a una cacería de brujas. Antes de substanciar el expediente y tener las pruebas, se pide órdenes de captura; después, ya se sabe lo que sigue: la prisión preventiva sine die.
De esa cuenta, la proliferación de editorialistas ahora llamados analistas al frente de las estaciones de internet genera una actitud condenatoria, sin bases o pruebas de las afirmaciones y faltas de respeto a figuras públicas. No se trata de llamar a la censura o impedir la emisión de dichos juicios, sino animar a ciudadanos ecuánimes, opinadores respetuosos alejados del lenguaje soez y optimistas sobre el futuro a generar otros canales donde se eleve la cultura política. Las agencias noticiosas de línea crítica, algunas empatadas con organizaciones populares, cumplen su papel; pero, el faltante de la emisión audiovisual es claro.
Los medios de comunicación privados luchan por mantener su atractivo y servicio comercial, la seriedad con la que se conducen es necesaria. No obstante, los voluntarios de la exposición idealista, o la generosidad de la vocación política a la manera de Max Weber, son canales apetecidos.