Catalejo

Importancia e influencia de la revolución del 44

A 80 años del 20 de octubre, ningún politiquero puede calificarse de heredero de sus ideales, tristemente fallados.

A la revolución popular del 20 de octubre de 1944 se le puede calificar como el más importante de los hechos históricos hoy olvidados por los guatemaltecos y únicamente recordados por razones politiqueras de muchas causas. A  80 años de haber sucedido, los entonces jóvenes y hoy sobrevivientes apenas suman el 1.2% de la población total. Al resto de adultos les es desconocido. A causa de la política de la Guerra Fría, fue borrado de los programas de estudio, al no haberse tomado en cuenta el momento histórico de la última etapa de la Segunda Guerra Mundial, cuando los “buenos” eran Estados Unidos, la Unión Soviética, Inglaterra y Francia, y los “malos” Alemania, Italia y Japón. En mi primaria, entre 1954 y 1960, solo supe de esa gesta por mi padre, participante a sus 26 años.

A 80 años del 20 de octubre, ningún politiquero puede calificarse de heredero de sus ideales, tristemente fallados.

Esa revolución fue ladina, citadina, juvenil, emotiva, cívica y militar. Su importancia traspasó nuestras fronteras y tuvo efectos en el resto del continente hispano brasileño, aunque pronto se desvaneció, Los participantes lo hicieron, ellos sí, imbuidos en ese patrio ardimiento dictado por nuestro himno. Buscó la modernidad del país y el esfuerzo falló a causa del tipo de gobiernos a partir de Ydígoras. Arévalo fue el primero después del 20 de octubre, pero no participó en la lucha popular por residir en la Argentina. Árbenz sí integró la junta revolucionaria y su forzada renuncia y humillación al salir al exilio tuvo entre sus varias razones la influencia de su esposa, María Vilanova, lo cual, junto con la influencia comunista de varios funcionarios, terminó acabando con esa llamada primavera democrática 1944-54, atestiguada por el 12% de los adultos de hoy.

La figura de Castillo Armas fue controversial y lo sigue siendo para quienes conocen de esa época. Con su asesinato en 1957 y la influencia de la iglesia católica de entonces, terminó esa etapa democrática. Aunque siempre hubo corrupción, esta se comenzó a notar con el gobierno de Ydígoras Fuentes, gobernador departamental de Ubico. La época 58-63, cuando fue derrocado por un golpe de Estado, inició los gobiernos militares y la guerra civil terminada hasta 1996, con más de cien mil muertos, todo derivado en algo del error ydigorista de haber aceptado la presencia de cubanos anticastristas, primero apoyados por los Kennedy, quienes luego no cumplieron su promesa de apoyo militar y causaron el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos.

Un elemento fundamental para el estudio, calificación y comprensión de las etapas históricas de un país lo constituye tomar en cuenta el ambiente internacional, la Guerra Fría Estados Unidos-Unión Soviética, o las realidades de los países circunvecinos, como por ejemplo el número de gobiernos dictatoriales en el continente hispanoamericano e incluso en Europa, especialmente la España de Franco y el Portugal de Oliveira Salazar. Es un análisis horizontal, por decirlo de alguna manera, y no vertical, exclusivo de un país. Esto fundamenta los criterios para analizar los logros de la revolución guatemalteca, cuya falla no se debió a ser equivocados los criterios, sino a la evolución de factores no tomados en cuenta, a causa de una especie de ingenuidad colectiva.

Por justicia histórica, esos 80 años merecen una aclaración: nadie, absolutamente nadie, de los guatemaltecos de hoy merece llamarse “heredero” de esa gesta cívico-militar, en especial quienes hoy dirigen los “partidos” actuales, grotescas  agrupaciones de amigotes y parentelas. La revolución de octubre en rigor fue la corta etapa entre octubre de 1944 y marzo de 1945, cuando nació el primero de los dos gobiernos derivados de esa proeza. Los actuales politiqueros deben respetarla porque no heredan las cualidades diversas y de ideologías distintas presentes en mayor o menor grado en la mayoría de ministros, diputados y alcaldes de entonces.  Se justifica erigirle un monumento, en algo parecida a la liberal de 1871, pero eso es sueño o pesadilla, según quien lo juzgue.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.