La buena noticia

Iglesia católica: ¿útil para qué?

Para dar sentido de vida frente a la muerte y los desvaríos de la libertad.

¿Cuál es la contribución específica de la Iglesia a la sociedad?  Muchos responderán que son las instituciones educativas, sanitarias y caritativas que traen alivio, esperanza, socorro a tantas personas que quedan fuera del alcance de los servicios del Estado o de las organizaciones de promoción humana.  El principal mandamiento de Jesús fue el amor a Dios y al prójimo.  Además, explicó que al final de los tiempos, cuando él juzgue a las naciones, el dictamen de aprobado o reprobado se basará en la ayuda prestada o no al necesitado.

Para acoger esa contribución, hace falta abrirse a la trascendencia.

La Iglesia católica tiene un historial de beneficencia antiquísimo.  La enseñanza ética de Jesús a los cristianos tiene su expresión más genuina en el mandato de la caridad.  Pero esa no es la contribución específica y propia de la Iglesia.  Hay instituciones no religiosas que hacen lo mismo.

Otros pueden decir que la principal contribución de la Iglesia a la sociedad es su autoridad moral, resquebrajada últimamente por escándalos internos graves en el mundo entero.  La Iglesia ha sido maestra de moral.  Ha enseñado a sus miembros los mandamientos de Dios para una conducta recta.  Ha dado a la sociedad hombres y mujeres de una integridad ética ejemplar.  Su doctrina sobre el hombre creado a imagen de Dios y redimido por Cristo le ha dado fundamento para ser defensora de los derechos humanos.  Aunque los miembros laicos de la Iglesia son libres para participar en la política partidaria, el clero tiene el mandato de permanecer neutral, mientras los partidos no impulsen políticas inmorales, lo que le da al clero cierta capacidad de arbitraje social.

Pero también debo afirmar que no es esta su contribución principal.  Otras confesiones religiosas pueden ser también referentes de ética en la sociedad.

Quienes comparten la perspectiva inmanente de la cultura dominante valoran la Iglesia solo por esos aportes que se mantienen en el ámbito de la temporalidad.  Sin embargo, la Iglesia realiza su misión desde el ámbito de la trascendencia, que es dimensión esencial de la cosmovisión cristiana y extraña a la cultura actual.  Esa contribución surge de la misión de Jesucristo, su muerte y resurrección y de su identidad de Hijo de Dios hecho hombre, núcleo de la fe.

El Hijo de Dios dio respuesta a dos problemas cuya solución desborda la capacidad humana, pero son problemas que socavan el sentido de la vida.  Uno es el de la muerte.  Quien piensa que la muerte es el final definitivo de la existencia debe hacer muchos razonamientos y tener una voluntad estoica para llevar una vida moral recta, empeñarse en obras constructivas y solidarias y vivir con alegría y sentido.  Cuando se piensa que la muerte es aniquilación, la vida es sufrible mientras haya trabajo, familia, salud.  Cuando eso acabe, mejor la eutanasia.  Sin embargo, la Iglesia proclama que la muerte no es el final, que Cristo la ha vencido con su resurrección y comparte con sus seguidores la vida eterna.  Quien espera esa plenitud final, recibe de esa esperanza la luz que da sentido a la existencia.

El otro problema humanamente insoluble es la labilidad de la libertad.  Es fácil incurrir en acciones que causan destrucción a uno mismo, a la familia, al entorno y a la sociedad.  Quien tiene la fortuna de darse cuenta y quiere cambiar, se encuentra con el reto de reconciliarse con su pasado e impedir que hipoteque su futuro.  ¿Cómo comenzar de nuevo una vida con sentido y valor?  Solo el perdón de Dios, expresión de su amor manifestado en la cruz de Cristo y concedido en la Iglesia, es capaz de restaurar la libertad y devolver la autoestima.

Dar sentido de vida frente a la muerte y los desvaríos de la libertad es la contribución específica de la Iglesia a la sociedad.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.