Aleph

Hay que ser enterrado donde está el ombligo

El destierro de Asturias me remite a los exilios y destierros de tantos guatemaltecos y guatemaltecas.

¿Y si enterramos los restos de nuestro premio Nobel de Literatura, Miguel Ángel Asturias, en el Gran Teatro Nacional que lleva su nombre? Es una de las primeras preguntas que me surgieron a partir del anuncio que, el pasado domingo, hicieran en el Palacio Nacional de la Cultura el presidente Bernardo Arévalo y el hijo de Asturias, Miguel Ángel Asturias Amado.

Dormirás, Asturias, en una tumba que será tuya. Por fin.

“Los dos últimos gobiernos me han propuesto traer sus restos, me he negado rotundamente, porque esos gobiernos son parte del pacto de corruptos, con lo cual mi padre no hubiese estado de acuerdo. (…) Tenemos un gobierno que busca la unión de todos los guatemaltecos, respeta la diversidad cultural de nuestros pueblos originarios, busca un desarrollo económico inclusivo y reivindica una nueva primavera democrática, y ese esfuerzo lo apoyamos. Motivos por los que, con mi sobrino Sandino, platicamos y hemos tomado la decisión de repatriar sus restos durante el gobierno de Bernardo Arévalo. Es una decisión que tiene un gran fondo afectivo, pero que también lleva una decisión política que estoy seguro que mi padre y mi hermano estarían de acuerdo. (…) La vida me ha dado una oportunidad de que 50 años después de haber tomado una decisión, hoy decida que sus restos vuelvan a Guatemala y cumplir sus deseos expresados en su letanía al desterrado”, dijo su hijo.

Si me importaran más los muertos que los vivos y volteara más los ojos a las Europas que a mi propia tierra, quizás me uniría al debate sobre dónde deben permanecer los restos de Asturias. No solo es una decisión que compete, en primer lugar, a su familia, sino que además me interesa más su extensa y maravillosa obra que sus huesos. Que las nuevas generaciones lean Hombres de maíz, Leyendas de Guatemala, El espejo de Lida Sal, El señor Presidente, Clarivigilia Primaveral, Tres de cuatro soles y tanto más de su obra, antes que ponerle flores a una tumba. Sin embargo, entiendo el valor real y simbólico de este acontecimiento; debemos recibirlo con los honores que merece y enterrarlo donde se reconozca su extenso y profundo legado. Que vuelva al lugar donde su ombligo fue enterrado.

“…Le decimos a la familia Asturias ‘gracias”’ dijo el presidente Arévalo, “por haber permitido que Miguel Ángel regrese a casa. Es un gracias (…) no solo en nombre del Gobierno de la República, es en nombre de la nación guatemalteca. Vendrá desde Père-Lachaise, donde yace en París, hasta Guatemala, para que pueda finalmente volver al seno de la nación que ayudó a construir, a la patria que un día le fue negada, a la que llevaba en la palma de su mano, a poner su sien junto a las luciérnagas, a reposar en la tierra volcánica que describían sus relatos. A descansar, entre hombres y mujeres de maíz. Para Guatemala será un honor recibirle y darle la bienvenida a Miguel Ángel de regreso a su casa”.

El destierro de Asturias me remite a los exilios y destierros de tantos guatemaltecos y guatemaltecas que se han visto forzados a dejar Guatemala por razones políticas, económicas o culturales. Jueces, abogadas y abogados, fiscales, funcionarios, periodistas y activistas que no se han prestado a la corrupción o la han denunciado y hoy sienten lo que solo los desterrados pueden sentir. Migrantes que han dejado todo para irse al norte, porque estas tierras siguen sin ser, para tantos, su tierra. Para todos ellos, un fragmento de las Letanías del desterrado, de Asturias: “Y tú, desterrado:/Estar de paso, siempre de paso,/tal vez mañana, mañana o nunca…/El tiempo falso de los relojes/no cuenta el tiempo, cuenta la ausencia,/envejecerse cumpliendo años/que no son años sino descuentos/del almanaque que no es el nuestro,/morir en tierra que no es la nuestra,/oír que lloran sin ser los nuestros,/que otra bandera, que no es la nuestra,/cubre maderas que no son nuestras,/ataúd nuestro que no es el nuestro,/flores y cruces que no son nuestras,/dormir en tumba que no es la nuestra,….” Dormirás, Asturias, en una tumba que será tuya. Por fin.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.