Con otra mirada
Hace 70 años
La invasión, comandada por su envidioso compañero de estudios Carlos Castillo Armas, contó con militares…
Jacobo Árbenz Guzmán fue protagonista en la Revolución de 1944, ministro de la Defensa (1945-1950) y presidente de Guatemala (1951-1954). En su discurso de toma de posesión anunció que su plan de gobierno incluía el desarrollo económico, moderno y capitalista, el mantenimiento y ampliación de la democracia y la defensa de la Soberanía Nacional tendentes a fomentar el desarrollo industrial. Para alcanzar esos objetivos haría una reforma agraria y los proyectos: carretera al Atlántico, puerto Santo Tomás e hidroeléctrica Jurún Marinalá… ideas que disgustaron a la compañía frutera. Fue acusado de comunista por atacar los intereses de los monopolios fruteros estadounidenses y de los terratenientes locales.
Con clara conciencia de revolucionario, he tomado una decisión de enorme trascendencia para nuestra patria.
El 18Jun1954 inició la invasión a Guatemala dirigida por el gobierno de Dwight Eisenhower, con el patrocinio de la United Fruit Company y ejecutada por la Agencia Central de Inteligencia, para derrocar al gobierno.
Al día siguiente, en cadena de radiodifusión nacional, el presidente Árbenz informó: “Tengo en mi poder un manifiesto de las llamadas agrupaciones anticomunistas, firmado en la ciudad de Guatemala el 20My1954, en el cual han declarado alzarse en rebelión contra el gobierno de Guatemala, más o menos, unos cuarenta conocidos e impertinentes conspiradores al servicio de la Ufco”. La invasión, comandada por su envidioso compañero de estudios Carlos Castillo Armas, contó con militares nicaragüenses, hondureños, costarricenses, dominicanos, aventureros cubanos y guatemaltecos exiliados, que partieron de Tegucigalpa. El primer ataque fue en Chiquimula, ametrallando el Instituto Normal para Señoritas de Oriente, al tiempo que en la capital sobrevolaron aviones disparando contra edificios y el Campo de Marte.
Durante aquellos aciagos días fue obvia la clara traición de sus compañeros de armas.
El 27 de junio de 1954, a las 9 de la noche, en un discurso a la ciudadanía lleno de dignidad, en cadena nacional, expresó: “… han tomado de pretexto al comunismo… La verdad hay que buscarla en los intereses financieros de la compañía frutera y en los de los otros monopolios norteamericanos que han invertido grandes capitales en América Latina, temiendo que el ejemplo de Guatemala se propague a los hermanos países latinoamericanos… Como mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aun cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña… Después de meditarlo con una clara conciencia de revolucionario, he tomado una decisión de enorme trascendencia para nuestra patria… He determinado abandonar el poder y poner el mando del ejecutivo de la Nación en manos de mi amigo, el coronel Carlos Enrique Díaz, jefe de las Fuerzas Armadas de la República… al tomar esta actitud no pienso más que en el pueblo, y por ello he creído que mi deber contribuirá hasta el último instante a salvar mucho de lo que conquistamos en los pasados años revolucionarios… Os digo adiós, amigos míos, con amargo dolor, pero manteniendo firmes mis convicciones… No me han acorralado los argumentos del enemigo, sino los medios materiales con que cuentan para la destrucción de Guatemala. Yo os hablé siempre de que lucharíamos costase lo que costase, pero ese costo, desde luego, no incluía la destrucción de nuestro país y la entrega de nuestras riquezas al extranjero”.
Han pasado 70 años y aquellos mismos que abortaron el proceso hacia el desarrollo económico e industrial (progreso) siguen empeñados en impedirlo, en su propio beneficio, a costa del atraso de la Nación.