Guatemala-EE. UU.: Acción, no solo expectativas
Aunque Trump y Arévalo son muy distintos, hay una oportunidad para que el pragmatismo los una.
Desde el extranjero, las vísperas de la inauguración del 47º presidente de EE. UU. generan expectativas sobre los posibles cambios en la política exterior de la segunda presidencia de Donald Trump. Existe también especulación de qué significa para Latinoamérica que el próximo secretario de Estado sea Marco Rubio, el senador de padres cubanos que conoce muy bien la región. No obstante, las expectativas alrededor de la relación de EE. UU. con otros países o específicamente con Guatemala deben reflejar un cambio de paradigma en los siguientes cuatro años. Al menos para nosotros, esto representa dejar de depositar tantas esperanzas en el impacto que tienen las políticas estadounidenses en nosotros y enfocarnos en cómo fortalecemos la relación para alinear objetivos y que los resultados sean de beneficio mutuo.
Cuando nos detenemos en las relaciones entre Guatemala y EE. UU., es importante recordar que las prioridades han sido asuntos de migración, inversión para el desarrollo y seguridad. ¿Se han logrado avances en estos pilares? Sí y no. Claramente, las condiciones en Guatemala deben mejorar con el objetivo de ser favorables para la inversión y por ende la creación de más y mejores empleos. Entre ello la infraestructura y el marco legal para la certeza de inversión. No obstante, se han logrado ciertos proyectos de cooperación que han contribuido al desarrollo social u otros que, en términos de apoyo técnico, han fortalecido las capacidades en diferentes ministerios dentro del Gobierno. ¿Y con eso basta? Pues no, en realidad el trabajo en conjunto debe ser mejor enfocado para ser eficientes con los recursos, involucrar a los actores correctos y tener los resultados deseados.
Guatemala tiene un excelente potencial para posicionarse como el mejor aliado que EE. UU. puede tener en la región.
Tengámoslo claro, EE. UU. desea menos migración y mayor seguridad en sus fronteras. Para ello, es imperativo que las personas no quieran abandonar sus países y aventurarse a ir al norte. Por lo tanto, deben tener oportunidades de desarrollo económico y personal. ¿Cómo se logra? ¡Con trabajos, educación y capacidades! Y para que esto exista es imprescindible que haya inversión económica. Por ende, la prioridad tiene que ser fomentar la inversión nacional y externa en Guatemala, mostrando que el país tiene ventajas competitivas para el comercio también. Esto no es un favor para que menos migrantes vayan a EE. UU., es una inversión para que el capital humano en Guatemala florezca y las personas quieran desarrollarse acá. Aunque Trump y Arévalo son muy distintos, hay una oportunidad para que el pragmatismo los una en reenfocar la relación con acuerdos, proyectos y compromisos que generen ganancias tangibles.
Guatemala tiene un excelente potencial para posicionarse como el mejor aliado que EE. UU. puede tener en la región. ¿Quiénes deben empujar esta carreta? Por un lado, el sector público, para garantizar las condiciones, y, por otro lado, es innegable que el actor más importante para impulsar el desarrollo económico es el sector empresarial. Si agregamos a la ecuación que Guatemala es el país más grande en apoyar a Taiwán, también hay un componente geopolítico y de seguridad que nos diferencia de otros países, haciéndonos relevantes para la seguridad de todo Occidente.
Más que preguntarnos ¿qué podemos esperar de la nueva administración en EE. UU.? Delimitemos qué podemos y qué tenemos que hacer para que la relación con Guatemala sea fructífera, desatando triunfos en los objetivos en común. El futuro de esta relación depende de la proactividad y asegurar el enfoque en lo que verdaderamente importa.