Por la libertad
Estuardo Zapeta, un héroe de la libertad
Siempre daba la cara por lo que decía, y vaya que decía cosas fuertes que muchos pensamos pero callamos.
Irreverente, emotivo, mal hablado son algunas de las características que a cualquier persona que hubiera escuchado en la radio a Estuardo Zapeta se le vendrían a la mente, pero también sensible, inteligente, transparente, directo, responsable y sobre todo crítico. Unos le amaban y otros le odiaban, pero ambos le escuchaban con atención. Programas más, programas menos, siempre tenía algo que aportar, algo que otros no se atrevían a decir, pero él lo decía. Siempre daba la cara por lo que decía, y vaya que decía cosas fuertes que muchos pensamos, pero callamos.
Lograr que la gente pensara, que cuestionara, que no se conformara con lo que estábamos viviendo para llegar a tener una vida mejor.
El pasado viernes 23 de agosto se apagó su voz. Estuardo nos dejó luego de una larga enfermedad que lo afectó en los últimos años y que lo fue consumiendo. Ya descansa en paz. Él mismo escribió su propio epitafio: “Esta vasta Galaxia Gutenberg me ha absorbido. Soy indígena y global al mismo tiempo. Yo soy mi propio futuro y mi destino. Termino. Me desconecto de la lap top. B’alam sale del cyber espacio. Ha dejado El Jaguar sus huellas y sus ideas en esta historia contemporánea que parece el eterno retorno de los ciclos de vida y muerte. Esta es mi poesía, y sigo siendo fiel a mi filosofía. Cambio y fuera”.
Recuerdo haber escuchado de él por primera vez, hace muchos años, a inicios de los noventa, cuando un amigo comentó que había un joven estudiante brillante y que había que apoyarle, darle libros, que estudiara tranquilamente todo lo que quisiera. Era una esponja. Aprendía de todo, pero sabía más de lo que uno creía, por todo lo que leía. Un autodidacta que no se conformaba con lo que le decían sus profesores. Cuestionaba, preguntaba y llegaba a sus propias conclusiones. En la década de los noventa ya escribía para Siglo XXI, que en ese entonces dirigía Lionel Toriello, y fue miembro del Consejo Editorial, con otros grandes profesionales e intelectuales de Guatemala.
Era indígena y se sentía orgulloso de ello, pero criticaba enormemente el indigenismo que busca que el gobierno le resuelva todos sus problemas. Siempre criticó esa postura colectivista, socialista, irresponsable de culpar a otros por lo que le pasaba, y no sólo lo decía con su convicción de una persona que cree en la libertad y responsabilidad individual, sino como alguien que vivía esa experiencia desde su origen.
En la radio se emocionaba tanto que cuando había algo que le molestaba soltaba una diatriba con malas palabras que podían ofender a más de alguno, pero cuando había algo que le tocaba el corazón lloraba sinceramente contagiando a la audiencia con su empatía. No tenía pelos en la lengua, decía lo que sentía y me encantaba esa transparencia y sinceridad sin temor a ser juzgado, insultado, criticado. No le importaba lo que dijeran de él los demás, no le quitaba el sueño. Recibió amenazas de todo tipo y por supuestos insultos, pero seguía en su labor comunicativa porque era parte de su misión. Lograr que la gente pensara, que cuestionara, que no se conformara con lo que estábamos viviendo para llegar a tener una vida mejor. Luchó contra todo ello y contra la situación económica precaria de la radio que con tanto cariño llegó a formar con sus queridos socios de Libertópolis. Más que socios, estos amigos se convirtieron en su núcleo familiar en Guatemala. Pienso que Estuardo dejó el camino para que otros lo sigan y traten de superarlo.
Con su conocimiento también fue profesor en varias universidades. Un lujo de maestro. Sería lindo que pudieran recopilarse todos sus artículos en algún libro (ya hay uno). Hay unos artículos que son una joya y que vale la pena volver a leerlos. Hemos perdido un héroe de la Libertad. Descansa en paz, querido Estuardo.