Catalejo

Este recién nacido año marcará muchos rumbos

El año de la cuarta parte de este siglo tendrá una importancia mayor al de sus antecesores, por muy variadas razones.

Hoy es el tercer día del 2025. Será escenario de los efectos de muchas decisiones tomadas en 2024 y tiene abiertas las puertas para el cumplimiento de promesas de posibles efectos desde aterradores hasta maravillosos. Asegura un cambio de época, no una época de cambio, y una nueva manera de verse obligada la raza humana a vivir. Los cambios tienen muchas fuentes, diversas, contradictorias, increíbles hasta hace poco. Unas se basan en predicciones, como las del francés Nostradamus hace medio milenio, y la búlgara Baba Banga el siglo pasado, ambos videntes de un futuro convertido en presente.


Se afianzará aún más un factor históricamente novísimo: la inteligencia artificial, cuya existencia ya es aceptada como inevitable y cuasi autónoma. Irónicamente, es una contradicción: si es artificial no es humana y entonces tampoco puede ser inteligencia con voluntad independiente, aunque haya sido creada por el Hombre. Entró sin tocar la puerta y provoca miedo ante lo desconocido. Es válido preocuparse por analizarla, controlarla, pues en teoría puede equivocarse cuando —por lógica— ya tenga esa posibilidad, y decidir el fin de la raza humana. Es un exagerado ejemplo, pero no imposible.


En la política del mundo entero, este 2025 atestiguará dentro de 17 días el inicio del experimento Trump-Musk en Estados Unidos, con un creciente interés de la comunidad internacional acerca del verdadero significado de los anunciados planes de esta tácita presidencia doble. Seguirá la consolidación del poder militar Putin-Xi (o Xi-Putin) a causa de la formidable fuerza económica de China Comunista, derivada en mucho de sus negocios con Occidente desde hace décadas. Europa capitalista está en una encrucijada y América Latina tiende a experimentos socialistoides, por ello divisivos.

Se debe decidir cuáles de los defectos humanos son tolerables, y cuáles no, de quienes se unan a la lucha por poner de nuestra parte para buscar el beneficio de la mayoría.


En Guatemala este 2025 también luce muy difícil. Ya es campo de batalla de enemigos ideológicos irreconciliables, cuya tozudez en ambos campos no les permite ver alrededor en búsqueda de acuerdos mínimos. No hay adversarios ni personas con pensamiento diferente, sino enemigos, por tanto destruibles. El gobierno de este país, donde las remesas son fundamentales para la economía, no puede quedarse de brazos cruzados y debe actuar sobre la base de los efectos de la prometida expulsión de Estados Unidos hasta de los niños nacidos allí, por tanto ciudadanos. No parece haber dudas injustificadas.


Las remesas significaron el año pasado un ingreso de 21 mil millones de dólares de los cuales depende en mucho la calidad de vida de quienes las reciben. Promedian US$58 millones diarios. Al mismo tiempo, el sector económico necesita terminar de comprender en su verdadera dimensión los efectos de las anunciadas y seguras políticas trumpistas, no solo a los grandes o muy grandes empresarios, sino sobre todo a quienes luchan cada día por el bien de sus familias y de sus empleados a través de micro-pequeñas empresas. Todos estamos en el mismo barco y eso nadie debe olvidarlo.


La esperanza debe radicar en la toma de conciencia nacional acerca de la necesidad de unión, de ver las posibilidades de acuerdos mínimos; de hacer a un lado los egos, de justificar rechazos o negativas porque en la contraparte no hay ángeles. Se debe decidir cuáles de los defectos humanos son tolerables, y cuáles no, de quienes se unan a la lucha por poner de nuestra parte para buscar el beneficio de la mayoría. Se dice fácil, pero es difícil. Necesita de una mezcla de disciplina y esfuerzo concentrado en ese objetivo, con la intuición o el convencimiento de qué es lo peor posible: no hacer nada.

ESCRITO POR:
Mario Antonio Sandoval
Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.