Liberal sin neo
Espectáculo inapropiado
Para nada fue una celebración del espíritu fraternal del deporte.
El adagio latino de gustibus non est disputandum, “en materia de gustos no se disputa”, subraya la subjetividad del gusto personal. Es difícil tener este adagio presente al ver la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos 2024 en París. En un ensayo publicado en This is Beirut, Bélinda Ibrahim plantea que “más allá de las grandes fugas líricas, queda una pregunta: ¿tiene el arte todos los derechos? ¿Todo es permitido en nombre de la sacrosanta libertad de crear?
“¿No es la naturaleza del arte perturbar, inquietar, retar nuestras certidumbres?”, Bélinda Ibrahim.
El espectáculo de la ceremonia de apertura duró casi tres horas, de manera que no puede decirse que su temática fuera accidental o no intencionada. El director artístico, Thomas Jolly, presentó un extravagante despliegue de efectos pirotécnicos, proyecciones holográficas, luces y tecnología futurista. Fue una proeza técnica y artística; ciertas partes, como el caballo mecánico cabalgando sobre el río, fueron estéticamente exquisitas, como solo puede ser lo francés o italiano. Escuchar a Lady Gaga cantar Mon Truc En Plumes, a Celine Dion interpretar L’Hymne à l’amour y a Aya Nakamura deleitaría a cualquiera, independientemente de su de gustibus. No escapa a la ironía que luego de que pasaran navegando sobre el río Sena decena tras decena de barcazas con la delegación deportiva de cada país, Juliette Armanet, acompañada por un piano en llamas, cantara el himno hippy Imagine, de John Lennon, con la conspicua frase “imagina un mundo sin países”.
Si bien la ceremonia de apertura fue un despliegue de la riqueza, tecnología y herencia francesa, para nada fue una celebración del espíritu fraternal del deporte o exaltación del deportista. Un espectáculo inapropiado para niños, en gran parte grotesco, vulgar y ejemplarmente decadente. Una mujer decapitada, con la cabeza sangrante en las manos, cantando. La revolución francesa es un hito histórico, un episodio con profundo significado y consecuencia. ¿La reina María Antonieta decapitada es el símbolo que escogen mostrar? “Festividad, diversidad y moda lucieron en la pasarela de la Ceremonia de Inauguración”, reza el título de un video que protagoniza a un travesti bailando; un hombre corpulento, con barba, vestido de mujer, con pechos femeninos desplegados en profundo escote. ¿Moda, arte?
La ceremonia de apertura fue una fiesta gay. En muchos círculos cristianos causó molestia que una colección de travestis realizara una burla de la última cena de Jesús; una parodia de la escena que pinta Leonardo Da Vinci. Fue chocante el despliegue de hedonismo y narcisismo, la pervertida sexualización de un poderoso símbolo espiritual para millones de personas de fe cristiana en todo el mundo. Anne Descamps, vocera de los Juegos Olímpicos 2024, declaró que nunca fue la intención ofender a cristianos o irrespetar a cualquier grupo religioso; al contrario, querían mostrar la tolerancia de la comunidad. No es creíble. Jamás hubieran hecho semejante burla del islam; esa misma noche le hubieran prendido fuego a la ciudad.
Un espectáculo que aparentaría celebrar el multiculturalismo, la tolerancia y riqueza de la cultura francesa, fue en realidad una exaltación del imperialismo cultural estadounidense. El insistente despliegue de poder de lo woke, la humanidad se tiene que sentir representada por la nueva minoría sagrada; el transgénero.
Pero, pregunta Bélinda Ibrahim: “¿No es la naturaleza del arte perturbar, inquietar, retar nuestras certidumbres y comodidades intelectuales?” “Puede verse”, responde, “como la cúspide de avant-gardismo visionario, o un preocupante síntoma de decadencia”. El simbolismo de este espectáculo va más allá del gusto.