Catalejo
Esas promesas trumpistas afectarán a Guatemala
Las expulsiones y las tarifas prometidas por Trump alcanzarán por igual a campesinos y empresarios de todo tamaño.
Ya no tiene sentido seguir hablando de los muchos porqués de la victoria de Trump y derrota de Harris, ambas innegables, y ahora es tema de científicos de la política, analistas, sociólogos, economistas, psiquiatras y un muy largo etcétera. A cada zona del mundo le toca entender las promesas de campaña como algo casi real, no mentiras —aunque muchas lo fueron, en concordancia con su historial político. A una semana de la elección tienen la fuerza de provenir de un presidente electo. Anunció negar o quitar la nacionalidad a los hijos de indocumentados nacidos en Estados Unidos, en un castigo cruel a Guatemala, a quien definió como “país de mierda”, (sic) debe prepararse para persecuciones y expulsiones masivas, tarifas y aranceles a productos y remesas.
La planificación deberá ser realizada en solo 72 días (diez semanas) con reuniones constantes al más alto nivel gubernativo y privado. Se agrega el imposible sueño de opio de considerar la segunda presidencia trumpista como sinónimo de devolución de visas y perdón a los corruptos ya señalados en algunas listas desde hace tiempo por Estados Unidos, debido a acuerdos bipartidistas. Es un ejemplo de los temas dominados por personas expertas sobre la comunidad internacional quienes, como he mencionado varias veces, solo son un puñado en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Habrá necesidad de experiencia y de adhesión al estilo directo como el de Bukele, porque Trump habla groseramente claro y parece gustarle escuchar claridades.
Se puede entender por qué la llegada de cualquier presidente estadounidense nos da igual.
Cualquier ley, tarifa, decisión, de Trump deberá ser aprobada por el Congreso o el Senado, donde algunos republicanos no son trumpistas, tienen pensamiento independiente y no aceptan a ciegas la disciplina partidista. Si pasan algunas o muchas, Guatemala debe estar preparada porque sus efectos alcanzarán: 1) a quienes mandan sus remesas, logradas por el trabajo mal pagado pero muy atractivo para los indocumentados, y 2) a los grandes exportadores de productos a ese mercado norteño, con el agregado de ser empresas de tamaño modesto al compararlas con las megaempresas estadounidenses. El gasto de General Motors del 2024 equivale al presupuesto guatemalteco de 9,000 años. Son realidades económicas y los números tienen la particularidad de ser fríos.
La expulsión masiva de solo 250 mil de los casi tres millones de guatemaltecos significaría un ingreso en tiempo cortísimo de personas con necesidad de generar ingresos para sus familias, y Guatemala no tiene empleos suficientes para absorberlas de golpe. El efecto sería doblemente malo: reducción de esos ingresos al país, derivados de esos trabajos y aumento de la narcoactividad o la criminalidad marera. También deberían aceptar sueldos menores a los nacionales, haciendo una cesantía interna sobre todo en las áreas de ingresos limitados, campo propicio para la inseguridad, y a la vez una de las causas para la salida del país a pesar de arriesgar sus vidas, en especial por las condiciones climáticas de donde sean abandonados por los infrahumanos coyotes.
Las tarifas de productos agropecuarios, de gran calidad por nuestra situación geográfica y por la calidad de la técnica empleada, constituiría una limitación obligada para la economía nacional. Quienes ven o sugieren solucionar con industrialización esta segura emergencia, olvidan la necesidad de ofrecer mano de obra no solo calificada sino con un razonable nivel educativo. Las carreteras son otro obstáculo. Estas condiciones toman tiempo y el actual atraso, producto de la larga corrupción estatal-privada a cualquier nivel, se manifiesta con claridad por estar en todos lados. Es urgente empezar en serio a combatir esa lacra, un dragón maléfico y apocalíptico de miles de cabezas. Se puede entender por qué la llegada de cualquier presidente estadounidense nos da igual.