Catalejo

Emisión del pensamiento no incluye el libertinaje

La libertad de emisión del pensamiento es un derecho humano básico, pero no equivale a libertinaje.

La Ley Constitucional de Emisión del Pensamiento, LCEPP, como todo instrumento legal, define su campo de acción y señala límites al definir con claridad cuáles son los delitos con posibilidad de ser cometidos al ejercerla. Como se ha dicho muchas veces, consisten en la injuria, equivalente al insulto; la calumnia, o sea la acusación falsa de delitos, y la difamación, es decir el uso de los medios de comunicación masiva para divulgar cualquiera o las dos anteriores. Cuando fue creada existían los medios escritos, radiales o televisados, pero en este momento, la tecnología de comunicación instantánea a través de las redes sociales ha multiplicado exponencialmente esta divulgación. Por ser medios informativos o de opinión, están incluidos en el ámbito legal.

La libertad de emisión del pensamiento es un derecho humano básico, pero no equivale a libertinaje.

Como toda libertad, la de expresión o de opinión no es ilimitada y tiene condiciones específicas. Una, la identificación de quien la emplea y por ello el anonimato es un abuso castigable y una muestra de cobardía, porque el derecho de opinar –sobre todo– debe incluir la aceptación del conocimiento generalizado del nombre del autor. Los medios profesionales, por su integración con personal especializado y por haber normas internas dirigidas a reducir la posibilidad de cualquier delito de los regidos por la LCEPP. A causa de ello el público puede confiar con mayores bases en lo publicado en la prensa, o sea el conjunto de las publicaciones periódicas y de personas dedicadas al periodismo. En esto pueden estar incluidos medios electrónicos, pero no todos.

Los medios divulgados por redes sociales no necesariamente son falsos, rechazables ni poco profesionales. Lo son cuando quienes se autodenominan periodistas y deciden comentar e informar sobre determinados hechos en detrimento de otros, lo hacen con el fin de desinformar, una forma de mentira solapada, encubridora, para ocultar la verdad. El ejemplo claro es el de quienes ya sea por voluntad interpretan equivocadamente los hechos en base a ideas propias o lo hacen por estar ocultamente financiados, y esto los convierte no solo en mentirosos sino en malintencionados. Las campañas políticas por ejemplo las de Harris y Trump en Estados Unidos, son un ejemplo no sólo de cobardes anonimatos sino de creadores de efectos potencialmente peligrosos.

El periodismo actual cada vez diluye más la diferencia entre informar y comentar y ese es un riesgo en todo el mundo. Cada vez son más importantes las preguntas básicas de “¿Es este hecho realmente periodístico? ¿Tiene importancia? ¿Afecta a un grupo numeroso de personas? Se agrega un elemento imposible de soslayar: el pensamiento personal de alguien respecto a los sucesos de su entorno. Pero este peligro es menor al de la mala intención y la mentira, ya sea dicha por un ciudadano común o por un político, sobre todo cuando su nivel de credibilidad es fuerte, aunque sea producto de la escasez de análisis propio de quienes la otorgan. Una conocida frase señala a la decisión de por quién votar como una de las más irreflexivas e irracionales de todas.

Las redes sociales son instantáneas y con frecuencia reflejan la reacción irreflexiva e irracional antes indicada. El mayor delito lo constituyen estas dos características entre quienes reciben mensajes por estos medios y lo lanzan anónimamente a “sus seguidores”, lo cual deja indefensas a las víctimas. Por ello urge definir delitos nuevos al divulgarlos en forma distinta. Esto no tiene qué ver con la limitación o destrucción de ese derecho cuando se refiere a los políticos o los politiqueros, a quienes aterroriza el conocimiento popular de corrupción, abusos, enriquecimiento ilícito, tema en el cual sobresalen quienes aplican las leyes de manera inmoral e ilegal. En esto el caso Sperisen en Suiza causa vergüenza nacional al demostrar una justicia usada ideológicamente.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.