Fundamentos
Elecciones en USA, un caso de estudio
Estas elecciones han causado sorpresa, incertidumbre, confusión y en el peor de los casos, sospecha.
Los entendidos de las ciencias políticas siempre están atentos a identificar acontecimientos o procesos de gran interés para su disciplina, sea porque estos son fruto de causas inesperadas o porque sus repercusiones se harán sentir durante mucho tiempo. Hoy tienen, para su gran regocijo, en tiempo real y desplegándose frente a sus propios ojos, un proceso político muy importante cuyas idas y vueltas han causado sorpresa, incertidumbre, confusión y en el peor de los casos, sospecha. Me refiero a las elecciones en Estados Unidos.
Una sucesión de eventos totalmente impredecible ha cambiado la dinámica política en Estados Unidos.
Estos comicios siempre han tenido un alto grado de predictibilidad. Dos partidos tradicionales, un sistema de primarias que permitían hacer una selección calculada de candidatos, dos programas políticos que aun cuando tenían diferencias importantes siempre tenían consensos básicos compartidos. Sin embargo, esta elección está rompiendo todos los moldes tradicionales de una campaña electoral. En menos de tres meses, una sucesión de eventos totalmente impredecible ha cambiado la dinámica política. Todo ello sucediendo con un trasfondo lleno de radicalismos y trucos políticos.
El primero de estos elementos fue la judicialización de una de las candidaturas. El calendario procesal de un juicio coincidió sospechosamente bien con el calendario electoral para que uno de los candidatos, en este caso Donald Trump, fuera condenado por un tribunal en plena campaña. Aunque este tipo de golpes políticos no son nada nuevo -de hecho, en América Latina se practican con gran éxito-, el que pudiera significar la cárcel de uno de los contendientes en este proceso sí que lo era.
Luego, un debate televisado calamitoso para Joe Biden. Malas comparecencias en debates han habido en la historia, pero acá el personaje afectado era el gobernante y lo que se cuestionaba era su capacidad para continuar ejerciendo su cargo por otros cuatro años. Lo que siguió fue una nunca vista pero muy bien orquestada y exitosa campaña de pedidos públicos para solicitar la renuncia de Biden a la candidatura. Estos llamados, provenientes de la élite de su partido, actores, donantes, medios de comunicación y finalmente el expresidente Obama, precipitó finalmente su retiro de la contienda.
Un fallido atentado contra la vida del candidato republicano parecía haber sellado las cosas. Las imágenes de aquel dramático momento daban la impresión de que fijaban la contienda a su favor. Pero siendo esta una elección inusual nadie pensaría que el anuncio de los demócratas de seleccionar a la vicepresidenta Harris, hasta entonces un personaje marginal en la campaña, provocaría dos efectos inesperados. Primero, una alineación nunca vista de mensajes, imágenes y narrativas a su favor en los medios de comunicación. Luego, que la noticia del atentado a su rival pasaría sorprendentemente a un tercer plano en las coberturas noticiosas hasta llegarse a disipar del todo.
En esta elección de “primeras veces” no han faltado otras sorpresas. El retiro de un candidato de tercera opción con más del cinco por ciento de intención de voto y su posterior endoso al candidato republicano no tenía precedente en la historia electoral contemporánea. Falta por ver el impacto que esto realmente pueda tener.
La elección no está decidida aún. Las complejidades del sistema del colegio electoral lo hacen incierto. Pero lo que no me queda la menor duda es que cada vez las elecciones se deciden menos en las urnas y más en las salas de redacción, las cortes y las élites partidarias. Todo un festín para quien quiera analizar de que van ahora nuestras democracias.