Imagen es percepción
Elección de cortes, un momento crítico para la justicia
Detrás de este espectáculo, está el tráfico de influencias, el verdadero motor que impulsa la elección de cortes en Guatemala.
En Guatemala, el proceso de elección de cortes ha alcanzado un punto crítico. Lo que debería basarse en meritocracia, transparencia y respeto a la ley se ha transformado en un espectáculo de corrupción y manipulación política, dentro de un sistema colapsado que parece diseñado para perpetuar la impunidad.
No debemos esperar milagros. Tal como está ahora, el proceso parece estar destinado a fracasar una vez más.
La elección de jueces es crucial para la democracia y el estado de Derecho. No obstante, en lugar de ser imparcial y profesional, ha caído en una maraña de intereses creados y agendas ocultas. Los tentáculos de la política y el dinero han contaminado cada rincón del sistema.
Uno de los problemas más graves es la calidad de los aspirantes. En vez de considerar candidatos con trayectoria intachable y comprometidos con el servicio público, el listado final está plagado de nombres cuestionables. Abogados y jueces con antecedentes de corrupción y favoritismo son promovidos como si fueran los mejores del país.
Así, la calidad de las futuras cortes se ve comprometida, cuando los aspirantes están más interesados en perpetuar su poder o en servir a los poderosos que en impartir justicia. Esta no es solo una percepción, sino una realidad, que detrás de este espectáculo está el tráfico de influencias, que es el verdadero motor de la elección de cortes en Guatemala.
Los actores más poderosos operan en las sombras, asegurándose de que quienes lleguen a los puestos clave les sean leales. No es coincidencia que muchos de los candidatos más dudosos tengan vínculos con figuras influyentes en la política y el sector privado. Estas maniobras han sido expuestas en numerosos casos, con audios y documentos que revelan cómo ciertos actores influyen en el proceso. Estos vínculos no son fortuitos, se cultivan cuidadosamente para garantizar que las cortes sigan siendo un instrumento de poder, en lugar de un espacio de justicia.
En este momento, el Congreso juega el papel central, ya que vota y ratifica a los magistrados seleccionados por las comisiones de postulación. Sin embargo, muchos diputados —vinculados a estos poderes oscuros— tienen el poder de influir decisivamente en esta elección, negociando favores y protegiendo sus propios intereses. En lugar de ser garantes de la justicia, algunos congresistas usan su poder para mantener un sistema judicial que protege a las élites y permite que la corrupción siga siendo una constante en la política guatemalteca.
El desafío es reconstruir un sistema colapsado, diseñado para fallar. Para esto habría que comenzar por reformar las comisiones de postulación, fortalecer los mecanismos de control y, sobre todo, exigir responsabilidad a quienes manipulan estos procesos. Romper con los vicios implicaría transparencia total en cada fase, incluyendo audiencias públicas para que la ciudadanía y organizaciones civiles, puedan monitorear y cuestionar las decisiones. Para asegurar la imparcialidad, sería fundamental reducir la influencia de las universidades, colegio de abogados, partidos políticos y el Congreso. Solo así se podrá empezar a sanar el sistema.
No obstante, no debemos esperar milagros. Tal como está ahora estructurado, el proceso parece destinado a fracasar una vez más, permitiendo que el sistema judicial siga siendo rehén de los mismos intereses que han sumido al país en la impunidad. Aun así, esta elección será clave para definir el rumbo de Guatemala en los próximos años y, con ello, el destino de los casos judiciales más delicados y controvertidos del país. Mientras no se haga un cambio en el sistema, el país corre el riesgo de permanecer atrapado en un ciclo vicioso que solo beneficia a los corruptos. Pero si la ciudadanía demanda transparencia y reforma, quizá haya una luz al final del túnel.