Imagen es percepción
El voto de Arévalo no representa a los guatemaltecos
No solo traicionó la memoria de su propio padre, sino irrespetó la amistad inquebrantable entre Israel y Guatemala.
Esta semana se conmemoró el 76 aniversario del Estado de Israel, entre protestas de odio y antisemitismo a nivel mundial, como nunca antes se había visto a lo largo de su historia. En 1948, Guatemala votó a favor de Israel, para que fuera reconocida como nación, nada menos que durante el gobierno de Juan José Arévalo Bermejo. Desde esa memorable fecha, Israel y Guatemala se constituyeron en amigos entrañables, con una relación inquebrantable.
Arévalo antepuso su ideología progresista y ponzoña antisemita al sentido común y valores de lealtad y amistad.
Pero ahora, en la Asamblea General de la ONU, del pasado 10 de mayo, 143 países votaron a favor de reconocer a Palestina como miembro de pleno derecho, aun a sabiendas de que el gobierno terrorista de Hamás es quien controla ese territorio y aún tienen cautivos rehenes israelitas. Esta resolución es altamente simbólica, pero poco práctica.
Lo más indignante de todo, es que Guatemala votó a favor de esta errada decisión, por órdenes del presidente Bernardo Arévalo, que con su acción no solo traicionó la memoria de su propio padre, a él mismo, que estudió en Israel, sino también ultrajó e irrespetó la amistad incondicional entre Guatemala y esa gran nación. Arévalo antepuso su oscura ideología progresista y ponzoña antisemita al sentido común y a sus obligaciones presidenciales, burlándose del 80% de ciudadanos que profesan el cristianismo en Guatemala (la nación con mayor porcentaje de creyentes en el mundo). La cretina decisión de Arévalo ha generado críticas de diversos sectores y creado hacia él una antipatía que no será fácil de revertir. Ya que, en tan solo cuatro meses de gobierno, este funcionario ha demostrado incapacidad total. Como le dijo la fiscal Consuelo Porras: “Ya póngase a trabajar”.
Hasta Jimmy Morales, acusado de corrupto, apoyó a Israel, anunciando en el 2018 el traslado de la Embajada de Guatemala de Tel Aviv a Jerusalén, siguiendo así a los Estados Unidos, que fue el primer país en trasladar su sede a esta Tierra Santa. Otra razón más para estrechar los grandes lazos de amistad que nos han unido.
Pero, a pesar de todo este escenario nefasto, Israel sigue en pie, ya que, le guste a quien le guste, y le duela a quien le duela, es el pueblo elegido de Dios. Es impresionante que, en tan solo 76 años, esa gran nación haya logrado un desarrollo social, tecnológico y económico exponencial. Éxitos que ha compartido desde el inicio con Guatemala, por considerarlo un país amigo, al cual han otorgado más de 10 mil becas, además de los miles de guatemaltecos que han sido capacitados por cursos móviles. De hecho, nuestro país es con quien más ha cooperado Israel en temas de academia y seguridad, brindando ayuda a Guatemala desde la década de los sesenta, como un símbolo de agradecimiento y amistad.
Este año, la celebración del aniversario de Israel se ve empañada, pues conmemora su existencia en un contexto muy tenso, donde está lidiando con el terrorismo del grupo Hamás dentro de su propio territorio; además, está rodeado de países hostiles que pretenden hacerlo desaparecer del mapa. Difíciles situaciones de política exterior y la confabulación de la ONU para crear presión sobre este país.
Aunque la política israelí es históricamente polémica e inestable, siempre había contado con el apoyo incondicional de Estados Unidos, pero ahora bajo las políticas de Biden, prácticamente le han dado la espalda.
La aprobación del documento por una abrumadora mayoría refleja el creciente aislamiento de Israel en las Naciones Unidas. Y aunque la solución al conflicto es lograr los “dos Estados”, el objetivo de una paz duradera y completa debe alcanzarse mediante negociaciones directas entre las partes, y no por decisiones arbitrarias de este fracasado organismo internacional.