De mis notas
El narcotráfico: ¿una batalla perdida?
El mal es imparable: desde 2017 para el 2024 las muertes por sobredosis alcanzan las 700 mil en los Estados Unidos.
Un reportaje, el domingo pasado, del New York Times, reproducido en Prensa Libre, me motivó a investigar sobre este problema con rostro apocalíptico. Me sorprendió descubrir que muchos ya prácticamente dan por perdida esta batalla contra el narcotráfico y el fentanilo.
En Estados Unidos, la crisis del fentanilo es el espejo más crudo de esta derrota. Es la droga perfecta para el siglo XXI: barata, efectiva y mortal. Según la DEA, en los últimos dos años se han incautado más de 50 millones de pastillas falsificadas, aun así las sobredosis se cuentan en decenas de miles. Y mientras los laboratorios de Sinaloa y el CJNG producen en masa, las autoridades en Oregón, California o cualquier otro estado con políticas “progresistas” ofrecen jeringas limpias y naloxona, un medicamento para evitar la sobredosis . El mal es imparable: desde 2017 para el 2024 las muertes por sobredosis alcanzan las 700 mil. /Council on Foreign Relations / Brokkings Institute
Una de las estimaciones más impactantes y ampliamente citadas, realizada por el Comité Económico Conjunto del Congreso de los Estados Unidos (JEC, en inglés), encontró que “la epidemia de opioides le costó a Estados Unidos casi 1.5 trillones de dólares en 2020, lo que equivale al 7% del producto interno bruto (PIB) de ese año, un aumento de aproximadamente un tercio desde que se midió por última vez el costo en 2017.” /Council on Foreign Relations
Lo tuve que revisar varias veces. Las cifras son ciertas y refleja los efectos más amplios de la crisis en múltiples sectores, lo que ilustra la profunda y compleja naturaleza del impacto.
Mientras tanto, los carteles siguen afinando su maquinaria. En Guatemala, los departamentos de Huehuetenango y San Marcos son corredores por donde fluyen toneladas de drogas. Y ahí surge la pregunta inevitable: ¿dónde está el Estado cuando los narcos son la autoridad más efectiva que el propio gobierno?
Es la droga perfecta para el siglo XXI: barata, efectiva y mortal.
Es parte de un cáncer mayor. La política ha sido penetrada de manera profunda. En México, los vínculos entre los carteles y las autoridades locales son secretos que ya ni se susurran. Gobernadores, alcaldes y diputados han sido acusados de recibir financiamiento o protección de estas organizaciones. No solo las calles son de los carteles, sino también los “despachos” del poder. Acá, en la Guatemala de los contrastes, la simbiosis entre narcotráfico, narcovoto y política es una realidad aceptada.
Y uno se pregunta si, desde un punto de vista más amplio, no estamos presenciando el colapso de un sistema global; y si los carteles no son más que los nuevos señores feudales de este milenio. En un mundo donde la seguridad es precaria, donde la pobreza es realidad cotidiana y la corrupción es normal, estos grupos son, en muchos aspectos, los nuevos “Estados”.
Al final, lo que estamos viendo es el principio de una nueva era. Los carteles han entendido que en este siglo no se trata de desafiar al Estado, sino de ocupar su lugar. El narcotráfico no es una anomalía, es un síntoma de un sistema decadente. Y mientras sigan siendo más eficientes, más organizados y más lucrativos que cualquier esfuerzo gubernamental —y la demanda siga aumentando—, ¿quién puede detenerlos?
A manera de teoría de conspiración, alguien dijo por ahí que esta epidemia es un plan secreto para eliminar a los más débiles de todas las razas: “y que es en estos espacios donde se intuye un pacto tácito perverso: Dejemos que se destruyan, pero haremos que su final sea menos visible, más lento, casi compasivo…”.
Quién sabe… Lo que sí es cierto es que la guerra en este frente parece estar perdida.