NOTA BENE

El Manifiesto comunista cumple 175 años

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El Manifiesto comunista se publicó el 21 de febrero de 1848, hace 175 años. Pocos textos han sembrado tanto caos social como este llamado a la revolución. El totalitarismo comunista cobró aproximadamente 94 millones de vidas (Courtois). Desde que se publicó, los economistas advirtieron de que la propuesta marxista no funcionaría por incentivos perversos y la ausencia de libertad, derechos de propiedad y un sistema de precios, entre otros. Aunque abunda la evidencia en contra del marxismo, figuras como la diputada neoyorkina Alexandra Ocasio Cortez y el político español Pablo Iglesias siguen promoviendo este proyecto político. Según una encuesta realizada en Estados Unidos, casi un tercio de los jóvenes entre 16 y 23 años de edad de ese país tienen un concepto favorable del marxismo. ¿Cuántos políticos, académicos y jóvenes guatemaltecos simpatizarán con esta ideología?

' Entre buenas intenciones e infiernos.

Carroll Ríos de Rodríguez

Carlos Marx y Friedrich Engels redactaron el Manifiesto comunista a solicitud de la sociedad secreta Liga de los Justos, una organización de expatriados alemanes en Francia liderada por otro Carlos, de apellido Schapper. Schapper participó en sucesivos intentos revolucionarios en Europa continental, hasta que fue deportado a Inglaterra en 1840. Inicialmente, la liga adoptó la visión cristiana y anarquista esgrimida por Wilhelm Weitling, quien en El Evangelio del pobre pecador retrata a Jesucristo como guerrillero.

Entre Weitling y Marx y Engels reinaban desacuerdos. En una ocasión, Weitling, quien era obrero, acusó a gritos a Marx y Engels de ser “intelectuales” que escribían doctrinas oscuras desde sus “cómodos sillones”. Un enojado Marx somató la mesa y respondió que “la ignorancia nunca ayudó a nadie”. En 1847, Schapper y sus allegados cambiaron el nombre de la organización a Liga Comunista y asumieron como lema “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.

El manifiesto fijó las metas del partido comunista y lo diferenció de otros socialismos. Marx y Engels no buscaban únicamente movilizar a las masas; creían aportar una científica teoría de la historia. Teorizaron que el éxito del capitalismo en la creación de riqueza había convertido inadvertidamente al campesino en proletariado, y había roto las bases sociales de antaño. Así, la clase productiva inexorablemente había cavado su propia tumba, pues intelectuales burgueses guiarían a una clase obrera unida en la revuelta violenta contra el sistema.

Los horrores sembrados por el marxismo-leninismo no impiden la continua reformulación y transmutación de la ideología, de tal suerte que, como explica el economista español Pedro Schwartz, se ha convertido en una religión secular, con todo y dogmas y herejías. El exmarxista polaco Leszek Kolakowski se dedicó a reflexionar sobre la inexplicable popularidad de dicha corriente de pensamiento entre los académicos. Coincide con Schwartz en el atractivo cuasi-religioso de la utopía. Algunos evitan contemplar las atrocidades cometidas por sus correligionarios porque les atrae el romanticismo igualitarista del ideal. Los tientan esas soluciones casi mágicas e inmediatas a dolorosas “injusticias sociales” como la pobreza y el hambre. También les entusiasma su cientificismo, su noble intención y la posibilidad de adherirse a una subcultura con una jerga y arte distintivas. Por otra parte, Marx y Engels apelan al lado oscuro de la humanidad: al odio y resentimiento hacia quienes viven mejor que nosotros.

Recientemente, el economista Juan Ramón Rallo publicó Anti-Marx, una obra que ha sido descrita como la “más ambiciosa crítica” al marxismo a la fecha. Ojalá tenga un impacto en la academia y las políticas públicas alrededor del mundo.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).