Fundamentos
El juego de tablero geopolítico en América Latina
Hoy, nuevos actores internacionales con sus diferencias de escala, ideología y programa están abiertamente desafiando a un mundo que se antojaba unipolar.
Quienes somos entusiastas de los juegos de mesa nos solíamos divertir en largas sesiones de un juego de tablero que se hizo extremadamente popular en los años 80. Consistía en lograr la dominación global utilizando un mapa del mundo sobre el que se desplazaban ejércitos de distintos colores con los que había que maniobrar para vencer o neutralizar a los competidores. Esta actividad no era más que una forma inocente de recordarnos que el mundo estaba experimentando al mismo tiempo una situación similar, peligrosa y divisiva, en la que dos bloques pretendían imponerse uno sobre el otro.
Todo aquello parecía haber cambiado luego de la implosión del imperio soviético. Algunos analistas auguraban un nuevo período de paz universal mientras otros proclamaban el triunfo de un modelo político económico. Esa visión de cosas fue rápidamente contestada por la aparición de actores emergentes, potencias marginadas y regímenes autocráticos que comenzaron a acumular influencia política, peso militar y presencia protagónica en los foros internacionales. Al principio, estas periferias se miraban como accidentales, efímeras o, en el peor de los casos, como regímenes en transición, pero con poca capacidad de alterar el statu quo. Hoy el panorama es otro y luce menos alentador. Estos actores internacionales, con sus diferencias de escala, ideología y programa, están abiertamente desafiando a un mundo que se antojaba unipolar. Las consecuencias de ese desafío aún están por medirse, pero las primeras señas ya se pueden detectar.
En primer lugar, Rusia reabrió el expediente de las operaciones militares con la invasión a Ucrania. A pesar de la condena casi unánime de los países en occidente y del desgaste sufrido por las sanciones económicas y los costos humanos de la guerra, Rusia continúa proyectando su discurso y presencia fuera de su esfera de influencia tradicional, por medio de alianzas con regímenes altamente cuestionados —como algunos de América Latina—, una política de influencia en redes y presencia de capitales en algunas áreas estratégicas. Sin embargo, su capacidad de cuestionar el orden mundial tal cual conocemos hoy es poco menos que creíble. Lo que sí es cierto es que Rusia e Irán han probado tener capacidad de armar jaleos impresionantes como los que se han visto en el Medio Oriente.
China, con su peso económico y una estructura política aún incontestada, ha decidido ir a jugar a las grandes ligas internacionales.
China es otra historia. Con su peso económico y una estructura política aún incontestada, este país ha decidido ir a jugar a las grandes ligas internacionales, allí donde hasta hace poco era un vecino silencioso, huraño e introvertido. Su rearme, su política de proyección comercial, su presencia en los mares, ahora con una flota cada vez más grande y con puertos de abastecimiento que operan directamente, China está poniendo el pie en terrenos ajenos. En América Latina, su política de quebrar las viejas lealtades hacia Taiwán, su estrategia de créditos asfixiantes, sus obsequios faraónicos y su maniobra silenciosa para influir sobre comunicadores y tomadores de decisiones los pone con su ejército de color directamente en el tablero latinoamericano.
Estamos muy lejos de presenciar un conflicto militar de gran escala en nuestro continente. Pero los desafíos están cada vez más presentes. ¿Se reeditará la antigua consigna de América para los americanos? Está aún por ver cuál será la respuesta del jugador local. De momento, su particular lectura de aliados y adversarios ha permitido que los otros jugadores acumulen más fichas de su lado. De algo estoy seguro, la batalla por la libertad no es un juego de tablero.