El IGSS, colapsado y obsoleto
Esta institución, alguna vez símbolo de progreso, debe renacer para cumplir con la misión para la que fue creado.
El Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), fundado en 1946 bajo el gobierno de Juan José Arévalo Bermejo, fue creado con el propósito de garantizar el acceso universal a la salud y la seguridad social. Este modelo buscaba brindar cobertura integral a los trabajadores y sus familias, marcando un hito en América Latina, como uno de los primeros sistemas de seguridad social en la región. Sin embargo, hoy este sistema, que debía ser un pilar de bienestar, es el reflejo de un sistema obsoleto y colapsado.
Historias reales ilustran el desastre. Juan Pérez, un maestro jubilado, esperó 11 meses para un examen de colonoscopía. Cuando llegó al examen, ya el cáncer lo había invadido. Otro caso indignante es el de Carlos Méndez, un trabajador que falleció mientras esperaba su turno en una sala de emergencia abarrotada. Karlita, de 11 años, entró con diarrea, y no le permitieron a su mamá estar con ella, ni visitarla, los informes que le daban era que su niña estaba estable; al cuarto día, le avisaron que había fallecido.
Las citas médicas son una odisea interminable. Un paciente con síntomas de cáncer puede esperar hasta un año para un diagnóstico, tiempo crítico donde la enfermedad avanza sin control. Mientras tanto, medicamentos esenciales escasean, y las recetas no cubren su tratamiento completo.
La raíz del problema se encuentra en su administración. La junta directiva, conformada por representantes de sectores gubernamentales, laborales y empresariales, parece más interesada en mantener cuotas de poder que en solucionar problemas. Su estructura permite que los intereses políticos prevalezcan sobre las necesidades de los afiliados. La falta de transparencia en la toma de decisiones y los constantes conflictos de intereses han convertido al IGSS en un organismo ineficaz.
El IGSS enfrenta problemas estructurales que lo mantienen en un estado de perpetua crisis. Su modelo de financiamiento, basado en aportes tripartitos de trabajadores, empleadores y el Estado, es insuficiente frente a las crecientes demandas de una población que envejece y necesita más servicios médicos. A esto se suma la falta de modernización, los sistemas digitales son casi inexistentes y los procesos administrativos aún dependen de montañas de papeles, agravando la lentitud del servicio.
¿Por qué el Irtra sí funciona perfectamente? Acaso necesitamos a alguien como Ricardo Castillo Sinibaldi al frente del IGSS.
Además, la corrupción no solo afecta las finanzas, sino también la moral de sus empleados. Médicos y enfermeras trabajan con salarios bajos, en condiciones precarias, y enfrentan la frustración de no poder brindar atención adecuada por falta de recursos. Un círculo vicioso que, perpetúa la percepción de que el IGSS es un barco a la deriva.
El cambio debe iniciar desde las más altas esferas de poder. El Congreso tiene la responsabilidad de promover reformas que modernicen el sistema y aseguren la transparencia en la gestión. Y el Ejecutivo debe asumir un rol proactivo.
Asimismo, los sectores representados en la junta directiva deben priorizar los intereses de los afiliados sobre sus agendas políticas. Solo con un esfuerzo conjunto entre el Gobierno y el empresariado será posible rescatar al IGSS de su estado actual. ¿Por qué el Irtra sí funciona perfectamente? Sin duda necesitamos a alguien como Ricardo Castillo Sinibaldi al frente del IGSS, y no un grupo de incompetentes.
La solución requiere reformas profundas. Primero, una reestructuración de la junta directiva, garantizando que los puestos sean ocupados por personas capacitadas y comprometidas, no por operadores políticos. Segundo, una auditoría integral para identificar fugas de dinero y responsabilizar a los culpables. Tercero, la modernización del sistema para agilizar los procesos y garantizar transparencia.