CABLE A TIERRA

El ethos de Thanos nos asfixia

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¿Qué le pasa a la humanidad? ¿Domina ahora el ethos de Thanos? ¿Se le agotó el breve período de 75 años, donde dominó un espíritu de gracia y buena voluntad de progreso y deseo de buscar el bienestar para todos? Aunque frecuentemente discurso y práctica no fueran consistentes, desde la post-guerra de la II Guerra Mundial y la creación de las Naciones Unidas, no se había visto un ethos tan intensamente destructivo volver a generalizarse a nivel mundial. El culto al odio, al autoritarismo, a la exclusión manifiesta del diferente, al que se le considera inferior y prescindible, y la acción dirigida para eliminar cualquier vestigio de humanismo, democracia, vigencia de derechos humanos universales, nos puede, muy fácilmente, llevar de nuevo a una conflagración a nivel mundial, con expresiones locales que, acá en Guatemala, ya sabemos bien que solo acarrean dolor y horror.

' La pérdida de la brújula moral no puede terminar bien para la humanidad, ni tampoco para Guatemala.

Karin Slowing

En todos lados, las elites están preocupadas por su potencial pérdida de poder y control. Una percepción algo paranoica pues yo no veo signos de que ello en realidad esté ocurriendo. Veo, más bien, que los procesos de hiperconcentración de poder y riquezas en pocos miembros de esas mismas elites, que están ocurriendo a escala global, dejan en mano de tan pocas decenas de hombres el control del destino de la humanidad, que elites de mediana talla sienten que se quedarán fuera si a nivel local ceden control de sus cada vez menores áreas de influencia. Elites que, a nivel local, se ven amenazadas por otros grupos con similar poder y riqueza y se ven ahora obligados a compartir poder e intereses con ellos, muy a su pesar. Así, arremeten todos juntos contra la democracia, la justicia y el desarrollo, que hace tan solo 30 años, sostenían como banderas para impulsar la liberalización de las economías y el libre flujo de capitales. Tal parece que toda esa narrativa se reviró, y por eso emprenden ahora esta asfixia progresiva de esos mismos principios e ideales que fundamentaron el liberalismo económico y político en el siglo XX.

Es en este contexto que tenemos que lidiar con una pandemia, con alzas inflacionarias que, por más disfraz que les pongan, las sentimos todos en nuestro bolsillo; con amenazas climáticas y de conflicto armado a nivel mundial, cuyos efectos colaterales llegarán sin duda hasta estas tierras centroamericanas, aunque el detonante esté en Ucrania o en cualquier otro país.

A nivel nacional, esta preocupante situación no tiene visos de resolverse todavía, en un sentido, al menos, que favorezca a la mayor parte de la población guatemalteca y reabra las posibilidades de buscar mejores oportunidades para todos. El país se encuentra en claro y acelerado deterioro institucional, flagrante involución antidemocrática y creciente dominio de las fuerzas más oscuras y destructivas imaginables sobre prácticamente todos los aspectos de la vida en sociedad y sus instituciones, hasta las privadas. Parece que la consigna es asfixiar la frágil insinuación democrática que tomó años construir, reconfigurar el sistema de justicia para blindar delincuentes, y por supuesto, negar nuevamente la posibilidad de un desarrollo humano incluyente y el derecho a permanecer y prosperar en el propio país de origen.

Políticamente vemos esta involución hasta en las instituciones más impensables; aquellas que surgieron justamente para impulsar la paz y el desarrollo compartido, y para advertir y recordar a la humanidad y a sus líderes que no podemos repetir los errores que nos llevaron a la guerra y la muerte masiva en el siglo XX. Esta nueva pérdida de la brújula moral que nos está tocando vivir no puede terminar bien para la humanidad, ni tampoco para Guatemala.

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