RINCÓN DE PETUL

El consulado USA en Cayalá. ¿Really?

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Creo que nadie discutiría si dijéramos que los proyectos que construye el gobierno estadounidense nos dan una impresión de orden y efectividad, propios de planeaciones de primer mundo. Ese fue el caso de la majestuosa construcción del nuevo edificio que albergará su sede diplomática en nuestro país, cuando el proyecto fue anunciado en 2018. La noticia fue recibida con entusiasmo, en particular por la arquitectura casi mayestática que ostenta y el sinnúmero de bondades tecnológicas que contiene. Pero conforme se acerca la inauguración del complejo se han revelado planes que parecen incluir uno que me da más dudas que certezas. Y es el traslado a esa zona de la ciudad —que es lejana, escondida e inhospitalaria—, no solo de la embajada, sino, además, de la sección consular, que durante años atendió a los usuarios en la conveniente y céntrica zona 10. Anticipo que esto, en Guatemala, puede generar problemas claramente no anticipados.

No siempre, sino a veces, las embajadas y los consulados comparten el mismo techo. Aun cuando sus misiones a menudo son distintas. He notado que, incluso, a veces llegan a ser contradictorias entre sí. Las embajadas representan intereses de un país en el territorio de otro; sus funciones se centran en lo político. Son oficinas hechas para servir de país a país; de gobierno a gobierno, y a altos organismos. Son visitadas por singulares personalidades bajo protocolos prestablecidos. Los consulados, en cambio, tienen como objetivo fundamental brindar servicios a usuarios, a ciudadanos, tanto del pueblo del país representado (como cuando expiden pasaportes desde el extranjero), como del pueblo que lo aloja (como emitir visas o permisos de trabajo). Una embajada suele estar en un lugar ilustre, apto para la alta diplomacia; un consulado apropiadamente se aloja en un lugar accesible al ciudadano común.

' Un pequeño caos se generará, y pronto evaluarán regresar a donde las cosas ya funcionan.

Pedro Pablo Solares

En este singular momento entre nuestras dos naciones, marcado por un caótico y corrompido éxodo hacia el Norte, se espera que la presencia del consulado estadounidense sea fuerte. Que sea capaz de atender con eficiencia la altísima demanda. Que sea acorde al momento donde a millones de guatemaltecos les interesa —más que nunca— visitar su país, quizá porque allá viva un familiar con quien ansían reunirse, quizá porque quieran solicitar un permiso de trabajo temporal en su territorio o quizá porque tengan alguna emergencia o necesiten algún tipo de notarización que solo su sección consular puede brindar. Muchos de la ciudad visitan diariamente el consulado, pero me atrevería a decir que, en su mayoría, los visitantes vienen de lejos. Desde Todos Santos Cuchumatán hasta Jerez, frontera de Jutiapa. Todos, medio perdidos en esta urbe y a la merced de quien se aproveche de su circunstancia.

Cientos de personas llegan todos los días al consulado en la zona 10, donde hay toda una infraestructura de servicios acomodados a las necesidades de la gente. Desde comedores accesibles, hasta fotocopias y otros servicios de oficina. Ni mencionar que es céntrico y hay transporte público. La planeación estadounidense se mira desde aquí como algo de primer mundo. Pero no estoy seguro de si en esta ocasión pusieron cuidado a la planificación del traslado del consulado. Las bondades del edificio resaltaron, pero quizás nadie pensó en la gente que a diario los visita. Los que pronto encontrarán que hacia la zona de Cayalá, no hay transporte público que los lleve ni alojamiento accesible para sus bolsillos; ni siquiera áreas posible para aparcar, o comer, o quién les llene un formulario de manera segura y honesta. Anticipo que un pequeño caos se generará, y que pronto estarán evaluando regresar al lugar donde las cosas ya funcionan.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.