De mis notas
El colapso de Haití y la ayuda internacional
Varias décadas después de ayuda internacional, Haití es un Estado fallido absolutamente.
Haití, desde hace unas semanas, sufre un descalabro absoluto. Es un Estado fallido absolutamente. Desde el asalto a las dos cárceles por parte de las pandillas y la liberación de miles de presos, la situación ha escalado a tal punto que controlan al país entero.
Las voces haitianas han sido apagadas a puro garrote o zanahoria.
La toma de infraestructuras clave, aeropuertos, puertos, incluyendo estaciones de policía, bancos y oficinas gubernamentales, no solo han exacerbado la ingobernabilidad, sino que también han puesto en jaque cualquier intento de restaurar el orden y la estabilidad. La situación de seguridad se agrava con el hecho de que la policía y el ejército haitianos están superados en número y, en muchos casos, en armamento.
Líderes de bandas como Jimmy Chérizier, alias Barbecue, han capitalizado el caos, beneficiándose —desde siempre— de las misiones extranjeras, mientras toman control de tierras, hoteles, tiendas de comestibles, estaciones de combustible y viviendas esenciales para sus operaciones. Estos actos no solo demuestran el poder de los grupos criminales sobre recursos críticos, sino también la profunda debilidad y vulnerabilidad del Estado haitiano.
Resulta una incógnita histórica discernir cómo Haití descendió hasta este infierno. ¿Quién se habría imaginado alguna vez que la era del dictador haitiano Papa Doc Duvalier y sus temidos Tonton Macoutes pudiese ser contemplada por algunos haitianos como un período más benigno en comparación con el caos presente?
Esta paradoja se refleja también en el desgobierno que se vive en el Irak contemporáneo, donde algunos consideran los días bajo el régimen de Husein con una nostalgia confusa. De este lado, en la tierra del quetzal, otros recuerdan a Ubico y su era…
Para escribir esta columna busqué autores que han escrito sobre Haití. Me encontré con Michel-Rolph Trouillot, quien en su obra Silencing the Past: Power and the Production of History (1995), Silenciando el pasado: el poder y la generación de la historia, explora cómo el poder y las dinámicas sociales influyen en cómo se escribe la historia. Trouillot argumenta que lo que se registra como historia y lo que se olvida o se silencia está fuertemente influenciado por las relaciones de poder.
Lleva razón. Bajo la ocupación, fuese esta de naturaleza dictatorial o con ejércitos de “ocupación de paz”, las voces haitianas han sido apagadas a puro garrote o zanahoria.
Frente a este contexto, la actuación de las Naciones Unidas en Haití merece una profunda crítica. La organización, a pesar de sus intenciones de estabilizar y asistir a Haití, ha enfrentado numerosos cuestionamientos por contribuir a la creación de un Estado dependiente y no lograr construir instituciones haitianas fuertes y autónomas. Además, los escándalos sexuales que involucran a sus tropas han dañado gravemente su credibilidad, eficacia y eficiencia, dejando en evidencia las profundas fallas en la gestión y la conducta de sus misiones. Miles de millones invertidos en Haití y, aun así, ¿qué porcentaje mejora vidas en lugar de cubrir gastos burocráticos?
Este complejo panorama merece una reflexión profunda sobre cómo la comunidad internacional, y específicamente la ONU, puede reorientar sus esfuerzos en Haití. Es obligado un enfoque que trascienda la ayuda inmediata y trabaje hacia el fortalecimiento de la soberanía haitiana, la autosuficiencia y el desarrollo de instituciones robustas. La situación actual, de un Estado absolutamente colapsado, es un claro indicio de que la dependencia de la ayuda extranjera y la intervención internacional sin estrategias para desarrollar liderazgos locales han dejado a Haití en un ciclo de vulnerabilidad y crisis recurrente.
En última instancia, la crisis en Haití es un llamado a una acción que priorice el empoderamiento y el desarrollo sostenible sobre la intervención temporal que después se vuelve semi permanente, es decir, “una ayuda que libere en lugar de atar”.
Los EE. UU. han dicho que para esta crisis ellos solo pondrán el transporte… (The Economist, feb/24)