META HUMANOS
El bien-estar es como el sol: simple e indispensable
Desde que era niña, luego como adolescente y ahora como joven, he notado que los adultos pocas veces hablan del bien-estar y en la vida diaria de la mayoría de ellos rara vez se ve realmente presente. Me da la impresión de que los adultos ven el bien-estar a la distancia, como un concepto complejo, al que no vale la pena invertirle, porque hay cosas más importantes en las cuales enfocarse.
' Al igual que el sol, el bienestar ya está presente en nuestra vida y todos lo hemos experimentado, sobre todo en la niñez.
Caterina Méndez
Esta impresión me preocupa seriamente, no solo porque la considero errónea, sino porque los adultos son los encargados de enseñarles a los niños y jóvenes a vivir. Al no enseñarnos lo que realmente es el bien-estar y a su vez enseñarnos cosas erróneas, como que es complejo e innecesario, nos están fallando. El rol de los adultos no es solo enseñarnos a sobrevivir. Merecemos más que eso.
Como joven, yo no quiero solo existir, acostumbrarme al peso de los días y aguantarlos hasta morir. Yo quiero vivir con propósito, creer en un mundo mejor y co-crearlo mientras disfruto de cada día que vivo. Este deseo puede parecer ingenuo y la verdad es que lo es, porque nace de mi niña interna.
Cuando era niña, disfrutar la vida no era un reto, y mucho menos disfrutarme a mí misma. Estaba contenta con lo que era y con lo que hacía, viviendo en la simpleza del bien-estar. Al comenzar la transición a la adolescencia, nuevos pensamientos comenzaron a invadir mi mente. Pensamientos que no había tenido previamente como “¿será que soy suficiente? y ¿qué pensarán los demás de mí?” Estos pensamientos fueron los que marcaron el final de mi niñez, al darle la despedida al bien-estar que reinaba en mi vida. Sentimientos de vergüenza, miedo y ansiedad se introdujeron, y aquí oficialmente inició la adultez al cambiar mi forma de ver la vida.
Me dejé llevar por las enseñanzas y el bien-estar pasó al segundo plano. Dudé de lo que ya sabía y llegué a la cima de una montaña donde por un lado subía la escalera social y por el otro lado bajaban mis ganas de vivir. Me comenzó a costar levantarme de la cama en las mañanas, comencé a ver los días como listas de quehaceres y cerrar los ojos en la oscuridad de la noche; se volvió mi refugio, al no tener un deseo real que motivara un día más de vida.
Dentro de mí sabía que mi bien-estar se encontraba en hacer las cosas que me gustaban: enseñar, escribir y bailar. Pero fuera me enseñaron que había otras cosas más importantes que considerar: el dinero, el éxito y las apariencias. Me enseñaron a sobrevivir con poca luz y fui condenada a una prisión.
Al estar condenados en una prisión, también estamos condenados a la sensación de insuficiencia, porque al vivir con poca luz nada jamás parecerá suficiente. “Las cosas más importantes” del exterior no son capaces de reemplazar el bien-estar que todo humano anhela en el interior. No nos sentiremos suficientes ni la vida será suficientemente gratificante hasta que nos conectemos con nuestro niño o niña interior.
Mi niña interna fue la que me liberó, al recordarme lo que era la vida cuando el bien-estar formaba parte de ella. Recordé que yo ya había experimentado el bien-estar y que contrario a lo que me habían enseñado no era complejo ni innecesario. Descubrí que, como el sol, el bienestar es simple e indispensable. Lo necesitamos, y para vivirlo no hay que hacer más que elegir salir de la prisión y dejarlo entrar.
Al igual que el sol, el bien-estar ya está presente en nuestra vida y todos lo hemos experimentado, sobre todo en la niñez. El reto ahora es salir del encierro, redescubrirlo desde dentro de nosotros mismos y aprender a librarnos de la condena. No venimos al mundo solo a sobrevivir. Merecemos más y el bienestar es la puerta hacía esa vida que merecemos.