El arte de la guerra y de la paz
El peligro se incrementa para los expedicionarios nacionales en África
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En Kivu del Norte, Congo, opera el Movimiento 23 de marzo, M23, de mayoría tutsi. En 2012 ocuparon la ciudad de Goma, con población cercana a los dos millones. Se habían incomodado por la presencia de refugiados hutus. Existe un cambiante escenario de choques bélicos contra las milicias Mai Mai o las llamadas Fuerzas democráticas para la liberación de Ruanda. Al iniciar el año, el M23 busca desafiar al ejército oficial del Congo y tropas auxiliares llamadas wazalendo, patriota en suajili. El martes 21 ocuparon la ciudad de Minova, para ganar finalmente Goma, donde hoy campean. Hubo combates donde se utilizaron morteros. La metralla alcanzó posiciones de la Monusco (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo), cercanas a la población de Sake, donde hay fuerzas especiales de Guatemala.
La explicación de las causas de los conflictos bélicos fortalece la convicción de apreciar la paz.
Todo se ha complicado después del fracaso de una cumbre de paz prevista el 15 de diciembre pasado, en Angola, entre los presidentes congoleño, Félix Tshisekedi, y el ruandés, Paul Kagame. El problema ha escalado a nivel internacional, pues puede haber un enfrentamiento entre estos dos países.
En esta columna se ha escrito, desde el año 2014, sobre el compromiso del país con Naciones Unidas. En todas se ha insistido la necesidad de explicar los motivos a la población sobre la participación nacional, pues sirve para fortalecer la convicción de apreciar la paz y elevar la tolerancia como valores ciudadanos. En los medios académicos, no se aprecia cabalmente el esfuerzo expedicionario de nuestro país. Los asuntos africanos no se examinan desde un paralelismo histórico cultural, sino como problema de desorden y, en el peor de los casos, con desprecio intelectual. ¡Obvio! En esencia, es una misión castrense de paz; no obstante, la motivación es lo importante y las causas de obstaculización de la negociación deben profundizarse. Se debiere haber reconocido la presencia determinante de intereses mineros de importancia global.
El mutismo local supone la cancelación de expositores sobre asuntos geopolíticos. El tema se considera únicamente en su aspecto técnico militar, no en el significado relativo a la función del ejército en una sociedad democrática.
Además, los titubeos y declaraciones sobre el fin de la Monusco no ayudaron a fomentar la paz. En ese sentido, la declaración del 13 de enero de 2024 manifestando el deseo de retirarse del Congo ha sido un error por parte de voceros diplomáticos de las potencias mundiales.
La actual explosiva situación se expresa en un avance militar cuyo saldo para la misión internacional fue causar heridas leves a los integrantes nacionales, pero cobró las vidas de dos sudafricanos y un uruguayo. Se espera que no existan nuevas bajas. La presencia de connacionales descubre el peligro de acudir a un conflicto, aunque sea con intenciones pacíficas. Se debe reconocer la hidalguía de los expedicionarios portando la bandera nacional para colaborar con las Naciones Unidas. No se debe olvidar el sacrificio de ocho connacionales en esa misión. Tampoco la razón de involucramiento internacional, pues el mundo fue acusado de indiferencia cuando, en 1964, hubo 800 mil muertos en cien días. Posteriormente, la matanza siguió; se estima en cinco millones de muertos hasta 2003.
La realidad de la guerra no se explica solo por subordinación o saqueo de riquezas. Hoy ocurren choques de ejércitos en Europa, en el Asia Central y África. Compartamos unidos el criterio de evitar la tentación bélica, persistir en reconocer la vigencia del derecho internacional y respetar el esfuerzo de las misiones de paz.