Desde Ginebra
El arancel como herramienta de protección comercial
La administración Biden anunció a principios de este año un aumento en las tasas arancelarias.
Con la agenda de liberalización comercial que se implementó a nivel global desde los años setenta y prosperó en la década de los noventa, la utilización de los aranceles de aduana como herramienta de protección comercial se abandonó. Sin embargo, actualmente resurge con cierta relevancia tanto en los países en desarrollo, como en los países desarrollados.
Actualmente es conveniente reflexionar, sobre el impacto que tienen los aranceles en los acuerdos comerciales internacionales que se rigen bajo la normativa de la Organización Mundial del Comercio. Recientemente, Katherine Tai, la representante comercial de Estados Unidos afirmó durante un evento que, la administración Biden ha tratado de distanciar su enfoque en la política comercial de su predecesor.
Los aranceles pueden ser utilizados para lograr resultados económicos más justos y equitativos, siempre que se implementen de manera constructiva y no de forma proteccionista. La administración norteamericana busca reorientar la política comercial de Estados Unidos hacia los intereses de los trabajadores, alejándose de lo que la representante describió como un enfoque excesivamente centrado en maximizar las ganancias.
Además, subrayó que el uso estratégico, inteligente y defensivo de los aranceles puede desempeñar un papel crucial. Aclaró que los aranceles son solo una herramienta; una que se puede utilizar de manera positiva o, en su defecto, de forma contraproducente.
Ella enfatizó que los trabajadores del acero y los representantes de la empresa comprenden mejor que nadie cómo los aranceles pueden utilizarse constructivamente para nivelar el campo de juego y ofrecer a todos una oportunidad para competir. También reconoció que los aranceles, como en el caso del acero, pueden ser usados para crear algo poderoso y estable o, por el contrario, para sembrar caos.
La agenda de liberalización comercial que se implementó a nivel global desde los años setenta.
Aunque Tai no comparó explícitamente el enfoque de la administración Biden hacia los aranceles con el de su predecesor, sus comentarios se enmarcan en un contexto donde el expresidente Trump continúa prometiendo aranceles más altos y amplios de Estados Unidos si es reelegido, un plan que la vicepresidenta Harris ha calificado como un impuesto nacional sobre las ventas.
Tras una revisión de esos aranceles, la administración Biden anunció a principios de este año un aumento en las tasas arancelarias sobre acero, vehículos eléctricos y otros productos procedentes de China. Los funcionarios argumentaron que estas acciones eran necesarias para garantizar que las inversiones impulsadas por políticas como la Ley de Inversión en Infraestructura y Empleo no se vieran socavadas por las prácticas comerciales desleales de China.
En un análisis de octubre, Trevor Tombe, director de política fiscal y económica de la Escuela de Políticas Públicas de la Universidad de Calgary, evaluó ampliamente las tendencias y flujos comerciales entre Estados Unidos y Canadá, así como el plan de Trump de instaurar un arancel del 10% o más en todas las importaciones estadounidenses.
Según el informe, en los sectores de vehículos de motor y equipos de transporte, la disminución de las exportaciones de Estados Unidos como porcentaje de su producción sería de 10 puntos porcentuales. Si se implementaran represalias totales a estos aranceles de importación, las exportaciones en el comercio de automóviles podrían caer en aproximadamente 20 puntos porcentuales.
La Cámara de Comercio Canadiense, en una declaración en octubre pasado sobre el informe, dijo que hay una oportunidad de aprender de la historia olvidada. Curiosamente, la tarifa del 10% propuesta por Trump evoca recuerdos de una tarifa impuesta por el presidente Nixon en 1971. Esa política, que era significativamente más limitada que la propuesta del candidato Trump, resultó ser un desastre y se revirtió rápidamente.