El año nuevo 2025, lleno de reflexiones y resoluciones
Si cuidamos el ambiente en que vivimos, pondremos en primer plano nuestro bienestar.
Cada año que pasa escribimos una lista de nuevas resoluciones que pensamos cumplir para cambiar aspectos dolorosos o infructuosos en nuestras vidas. ¿Pero lo logramos? En algunos casos, aunque nos sintamos contentos, nuestras resoluciones pueden ser simplemente de mejorar o de dar un giro a nuestras vidas o actividades en otra dirección. Si queremos ser felices, busquemos dar en vez recibir.
Los antiguos mayas construyeron templos que no requerían miles de árboles jóvenes para la manufactura de cal, pero querían demostrar su poderío.
Dependiendo del país donde vivamos, nuestras resoluciones pueden variar por las situaciones políticas, ambientales o económicas que enfrentamos; lo importante es que pongamos en primer plano la unión familiar y su bienestar, pero eso únicamente lo logramos si cuidamos el ambiente en que vivimos.
Fantaseando un poco, ¿si un príncipe maya del año 350 d. C. de la región de El Mirador hiciera un viaje en el tiempo para reunirse con nosotros en el 2025, y llegase para recordarnos de las equivocaciones que ellos cometieron cuando su civilización sucumbió, qué creen que nos diría? Primero que nada, estoy segura que reprocharía nuestra conducta de destrucción de la naturaleza y se horrorizaría al ver la tremenda deforestación que estamos llevando a cabo. Nos recordaría que ellos deforestaron cuanto pudieron por ambición a más reconocimiento de poder, y por ello construyeron templos que no requerían miles de árboles jóvenes para la manufactura de cal, pero lo hicieron para enseñarles a sus competidores quién era el más poderoso.
Se trató de una competencia de ver qué gobernante, rey o príncipe construía las paredes de sus templos y pirámides más gruesas en señal de poderío. Por sus guerras, destruyeron sus fuentes acuíferas durante los enfrentamientos con pueblos vecinos, conduciendo a la necesidad de sitiar sus ciudades con muros para protegerlas, lo que a su vez condujo a una sobreexplotación de la tierra agrícola, y fue allí donde, a raíz de no producir lo suficiente para alimentar a sus pueblos, llegó la hambruna. Al mismo tiempo, al sucumbir ciudad tras ciudad, el comercio decayó y fue como el efecto dominó al colapsar una tras otra.
A pesar de que los antiguos mayas tuvieron una esplendorosa civilización que se asentó en América Central mil años antes de la era de Cristo, y de haber poseído extraordinarios hombres de ciencia, arquitectos, artesanos, artistas, matemáticos y astrónomos, se equivocaron al querer más y más poder. Fue así que enfrentaron un primer declive por el año 150 d. C., cuando sus ciudades del Clásico Temprano colapsaron. De ese primer declive, no aprendieron la lección, pues más adelante les llegó un segundo declive que fue total, ocurriendo en el siglo IX por las mismas razones, pero exacerbadas. ¿Qué pasó? No fue simplemente un ciclo de calor, pues al perder sus sistemas de riego y sus fuentes acuíferas, exacerbaron las sequías; hicieron caso omiso de los errores cometidos durante el primer declive y, al seguir con su ambición de poder, se vinieron a pique para siempre.
¿Haremos caso omiso de los errores del gran Imperio maya? Hagamos nuestros listados de resoluciones para no seguir fragmentando nuestras sociedades, arruinando nuestros ecosistemas y contaminando nuestros recursos.
Cuando aprendemos lo que hemos hecho mal, ¿no es momento de enmendarlo? Iniciativas de limpieza, reciclaje, reforestación y conservación hay muchas, y solo es cosa de unirse a los grupos que están activos en ello. Mi mensaje final es que reconstruyamos una Guatemala más verde, más limpia y menos contaminada. Enseñémosles a los niños y jóvenes a cuidar la Madre Naturaleza. Reconstruyamos nuestras relaciones entre familias, fuera de resentimientos, y perdonemos a quienes nos han hecho daño. ¡Empecemos de nuevo! Feliz año nuevo 2025.