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Echarnos mala fama
Explicaciones insatisfactorias de un dilatado episodio de narcotráfico marítimo
Jamás enterrar la cabeza en un hoyo hace desaparecer la amenaza. Dicen que eso hace el avestruz. El trabajo de investigación publicado en la revista Environmental Research Letters utiliza la lógica del hallazgo inverso. Señalaron como lugares de narcoactividad basados en los informes de erradicación de coca: seis en Izabal, cinco en Petén, cinco en Alta Verapaz y uno en Zacapa.
Necesario formar una conciencia de rechazo a la narcoactividad por el daño social producido.
La coca es una hojita que, bebida como té, apenas tonifica. Es triste observar a campesinos en Bolivia masticando hojas con cal, todo el día. Son los más pobres, necesitados de energía frente a las carencias producidas por su baja ingesta. Además, parece aliviar el hambre. La sustancia activa se puede sintetizar al deshidratar la savia. Por lo tanto, se macera con cal y sal. Luego, para obtener el componente activo, se le añade gasolina o thiner. En una olla se hierve para conseguir un polvo denominado clorhidrato de cocaína. Lo empaquetan para su distribución. La baja calidad del procedimiento provoca afectación química en ocho de cada 10 consumidores. Pero los trasnochadores y los briagos aprecian recuperar fuerzas al día siguiente. Los buenos mercados son aquellos con altos salarios y grandes fiestas; Bélgica para el caso.
La lucha contra el trasiego ataca los sembradíos en lugar de perseguir a los laboratorios. Una razón, no la única, busca evitar balaceras con los guardianes de las factorías por la fuerza pública. También es un acierto incautar la mercancía empaquetada, como otra área para buscar la supresión. Allí se produce un daño económico muy alto, destinado a disuadir el compromiso de capitales en la producción.
Unos pocos suponen que cuando se trasladó un contenedor de Matías de Gálvez a Puerto Barrios, en el camino se le embutieron 10 toneladas de droga en la carga, con cubiertas marcadas como banano. Se calcula el costo al por mayor de US$250 millones. En bonitas tapitas de plástico seguramente hubiera duplicado su precio en las calles de Bruselas. En 2023, Guatemala exportó US$106 millones a Bélgica, el 80 % café, 3 % banano,
2 % azúcar y 15 % otros productos. La pretendida operación mafiosa hubiere duplicado el monto de la balanza mercantil.
Las historias necesitan consistencia. Los más altos funcionarios del país han contaminado el relato imaginado por quienes pueden ser calificados de desinformados; pero no, de ingenuos. El primer asunto es aceptar que se exportó un contenedor vacío. En caso contrario, cuál era su carga. El segundo, creer que en Dominicana lo vaciaron y lo llenaron con la droga. Eso significa que por lo menos un camión llegó al área aduanal estéril, o en el mar entre dos barcos. Es un tanto rara esa explicación: acaso carecen de contenedores en esa isla. La pregunta no hecha, en este caso, consiste en la razón de involucrar a Guatemala, aunque aquí se habló mal de Honduras.
También debe considerarse la expropiación del cargamento, pues ha afectado a un empresario o empresarios de negocios criminales. Los llaman carteles, antigua denominación para dividirse el mercado. Hoy prohibida en la nueva ley de competencia. Pues bien, esos maleantes están molestos, conocen la verdad sobre el trasiego. En consecuencia, no les interesan hipótesis, sino buscarán cobrar venganza. Lo mejor sería que la mercancía no fue fabricada aquí y tampoco si alguien ofreció impunidad. Pero los buenos deseos e intenciones, dice el aforismo, es el empedrado del camino al infierno. Sería bueno aclarar el asunto; salvo que eso afecte a funcionarios de mucha altura y secretividad, por lo que más vale no revolver el cazo de las fábricas del polvo blanco.