SIN FRONTERAS

Durham, casa del nunca otra vez

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Diez años tenía, y el clima ese día debió haber sido polar. 400 kilómetros a dirección norte desde Londres, más bien, los días que no fueran fríos eran una rara ocurrencia. No digamos esa, una mañana de un mes de enero. Ese día, en 1983. Ese día, tras una aventura familiar que para mí significó un abono que alimenta los días de mi vida. Esa mañana, la pequeña familia mía, una madre, un padre, una hermana y yo, tomábamos el tren que de nuevo nos trajo al sur. Al sur, primero, a Manchester, donde tomamos un avión de regreso. Al sur, al trópico verde. A una Guatemala que ya solo vivía en el fuego interior. Un lugar cuyas historias, para mí, eran ya solo un lejano relato. Pero una raíz que, a pesar de cuánto me adapté a la vida que nos adoptó, nos hacía ser tan diferentes en aquel lugar.
Hoy, con tanto término que se ha desarrollado, ya no sé cómo llamar al clan que fuimos en el otro lado de este mundo. Por dónde y cuánto tiempo estuvimos, fuimos migrantes temporales. Por lo que pasaba en nuestro terruño, una especie de refugiados. Al resguardo discreto de lo que otros no pudieron escapar. Por cómo vivimos los cuatro años en un lugar que funciona, unos aprendices, ávidos estudiantes, con los ojos abiertos.
Absorbiendo costumbres, aprendiendo comportamientos. Entendiendo cómo funcionan los lugares que están a cargo de una humanidad que es más seria y más consciente. Más empática con el prójimo. Una humanidad civilizada.

' No hay un solo hogar nunca más para quien descubre un segundo lugar al que llama casa.

Pedro Pablo Solares

Nunca regresé a ese alejado lugar que hoy recuerdo con idealizadas nostalgias. La añoranza invade, y en creciente ansiedad, mientras los años pasan. La pertenencia se difumina. No hay un solo hogar nunca más para quien descubre un segundo lugar al que llama casa. No hay una sola cultura, una sola visión para quien fue un día embajador en tierra foránea. Ni hay paz ni sosiego en la mente de quien, errante, pasa los tiempos recordando e imaginando, la primera morada. Y si es, acaso, hasta una traición pensar con nostalgia sobre tierras ajenas, como las propias. Mil millones viven hoy en un lugar distinto del que les dio la vida. Un día, es para algunos, el último en su hogar. Yo recuerdo bien el mío, y ahora hasta lo puedo ver. En un álbum están las imágenes de ese momento en que regresamos. Ya con un tinte bronceado, el papel enseña a una familia que viene de regreso. Tiempos aún cuando al avión se subía vestido en galas. Pensándolo, fue la última vez que usamos esos abrigos de las mil batallas. Horas después, en la primera parada, el aire espeso en la húmeda Curazao pegaría, como golpe de realidad, un gancho boxeador a la cara, a ese niño que no recordaba ya más que los aires ralos que se respiran en las cuasi polares grises, islas británicas. Volando ya sobre la ciudad de Guatemala, recuerdo el impacto inmediato de nuestra riqueza natural. ¡Cuánto verde! ¡Cuánto verde! ¡Cuánto verde, sobre la ciudad!

Vivimos consentidos en un paraíso terrenal. Un lugar donde todo el año viven las flores. Aquí, las estaciones parecen adorno. La primavera eterna es muy clara para quienes de lejos la extrañaron. Aquí son pequeños atisbos los que nos hacen recordar que, por ejemplo, viene el verano. O, que el año termina. Pueda que pocas sean las hojas que caen de los árboles en noviembre. Pero, para mí, es cuando entra el viento frío que de nuevo se despierta la nostalgia. E imagino montarme a un avión. De regreso a la casa 4 en la calle Stockton. A acostarme en alfombras menta de los llanos de Inglaterra. O en el fin de año, a rodar en colinas congeladas. A caminar en libertad en donde aprendí que la sociedad existe y que puede funcionar. Que la pertenencia es más que cualquier individual visión. Diez años tenía, y ese día el clima debió haber sido polar. Pues adentro congeló el lugar a donde cada año añoro regresar.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.